18 de noviembre de 2006

Todos los Prometeos roban algo

FOTO JPL/NASA

Es cosa de niños. Einstein decía que Dios juega a los dados. Más allá de las metáforas sí existe el juego, según vamos descubriendo, además de violentos cataclismos, ahí arriba.

Tal y como se vio cuando se descubrieron lentas ondas gravitatorias que mecen los anillos de Saturno, el sistema anular de este planeta no deja de captar nuestra atención, sorprendernos y hacernos sonreír. Hoy es este juego gravitatorio.

Se trata de Prometeo, una roca traviesa de cien kilómetros de ancho. Una vez por órbita acaricia el anillo F y le pellizca un girón. Prometeo, el de la mitología, robaba fuego a los dioses. El satélite Prometeo roba polvo y hielo flotante al cinturón de Saturno (¿acabará usando tirantes?). El caso es que está previsto que en 2009 la roca se zambuya de lleno en el anillo F, y los astrónomos esperan para ver qué ocurre, si rompe el anillo, si le roba su materia. Si los dioses lo castigan.

Tal vez también a éste le llegará su sanmartín.

13 de noviembre de 2006

Contraluz

Foto JPL / NASA


"Sombras perdidas en la multitud... la multitud de las sombras", que cantaba A. Vega.

En la zona de sombra todo cambia, la luz más débil cobra importancia. Así, un nuevo anillo, en realidad un par, ha sido descubierto por la sonda Cassini al pasar por la sombra de Saturno y mirar hacia el Sol. Juego de sonda y sombra.

El anillo exterior coincide con la órbita de dos pequeñas lunas: Jano y Epimeteo. Ambas poseen muy poca gravedad. Pierden su propia materia polvorienta y helada y alimentan el sistema de anillos.

Ahora, antes de pensar que se acabó el misterio pensemos desde nuestra mota azul (la tierra es, desde Saturno, sólo una mota azul) en mitad de la noche: qué giratorio cuerpo el de la nada (esto lo dijo Valente) y, sin embargo, existe allí este manantial leve de polvo fantasmal, casi invisible, si no fuese por el contraluz. Por qué comenzó y cuándo acabará esta bruma lechosa de materia oscura. Llevamos mucho tiempo dándole vueltas al Sol. Además hay nuevos misterios: los científicos no saben porqué los anillos tienen distinto color -incluso el mismo anillo- dependiendo de la inflexión del contraluz.

Tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita (Celan)

Misterio, mandorla.
Tu ojo está frente a la almendra.
frente a la Nada está.

17 de octubre de 2006

La máquina del tiempo

Estábamos en el despacho de Juan Luis Arsuaga, en el Instituto Carlos III.

Él trataba de poner un ejemplo de cómo el tiempo es un continuo, que nos relaciona con el pasado remoto, directamente. Una idea de arraigo interesante, en la que el fósil es mi abuelo, y mi maestro, en la que yo repito y renuevo sus sueños y sus miedos, sus costumbres paleolíticas. El paleontólogo propone un juego: mira el dentro del paisaje y encontraras tu rostro.

«En la llamada Tierra de pinares, -dice Arsuaga- en Segovia, junto a Santa María la Real de Nieva y Domingo García hay un afloramiento de pizarra, y, grabado, un caballo paleolítico. Los pinares están plantados sobre un mar de dunas, un desierto -como el Gobi-, trenes de dunas que había al final de la glaciación hace trescientos mil años, con humedales intercalados. Allí estaban vagando las manadas de caballos y los hombres las seguían. Desde allí se domina toda la zona, es un hito. Hay tumbas visigóticas excavadas en la pizarra. Es un lugar mágico y más mágico si sabes todo esto.»
»Si puedes entenderlo e ir más allá en la visión de continuidad, llegarás a los pinares en su uso tradicional para resina, durante miles de años, y la llevas a nuestros días y vas a Cantalejo, donde hasta ayer todavía se tallaba la piedra exactamente como en el paleolítico para fabricar las lascas de pedernal de los trillos.»
»Si eres capaz de ver todo esto en la misma visión: las rocas y su origen, la glaciación que hubo allí, los campos de médanos, las arenas voladoras, las manadas de caballos, los grabados, los pinares, la explotación de la resina, las piedras de los trillos..., si eres capaz de tener esa visión integradora del pasado más remoto con el presente más cercano acaricias esa continuidad. Y está el románico de Santa María, y ahora el AVE, y la amenaza de un embalse en la zona de Bernardos.»
»Y al fondo se ve la sierra, azulada, y en primavera coronada de nieve. Pío Baroja decía que parecía una ola gigantesca sobre la meseta. Uno comprende así que es un lugar sagrado.»
»Ese es el servicio que aportan la ciencia y la cultura. No puedes estar trabajando toda la semana como un negro y luego irte a un centro comercial. Hay que sublevarse, eso no es la vida humana. El placer de las cosas -concluye Arsuaga- está en directa relación con el conocimiento que tengas de ellas.»

-Ese es el sitio adonde yo iba en bici a jugar, a ver el caballo, a recolectar piritas de hierro, a mirar el mar de pinos a la espera de un barco... Ese es un territorio que dibuja mi rostro con cara de niño.
-Ya es casualidad. Entonces lo entiendes perfectamente.


El presente nos cerca. El pasado es un sendero borrado, una estela desapareciendo. Hay que leer los signos, es bueno para la memoria, y no nuestros prejuicios. Las líneas imaginarias sólo son un apaño. Sin el ecuador, los meridianos, las órbitas, todo es más bello.

Un hombre caminando, una mujer caminando. Un caballo dibujado en una piedra, bajo las nubes. Y la máquina del tiempo, que mira por nuestros ojos.

13 de octubre de 2006

Pesimismo / optimismo

Amanece.

4 de agosto de 2006

Con Pla en el Cabo de Creus

Estos días, leyendo las Historias del Ampurdan, editadas por Juventud, me quedo con los relatos de Pla sobre el contrabando en las arriesgadas costas del Cabo. Los relatos vívidos y vividos, como siempre, documentan no sólo las artes perdidas en el mar del tiempo, el calafateado y diseño artesanal de las naves de pesca y cabotaje, las técnicas para esquivar la atención de los carabinieros y la guardia civil antes de desembarcar el contrabando..., también son testimonio de un mundo perdido rápidamente. Ni la controlada locura daliniana, que mal envejece, por cierto, podría haber imaginado qué rápidamente desaparece todo en una inundación, tsunami desde tierra, de turistas sureños y nórdicos, gadgets electrónicos, coches con navegador GPS y dietas escandinavizadas.

No por mucho madrugar amanece más temprano, y el caso es que en el Cabo madruga el amanecer, por ser la punta oriental de la península. Ahora bien, los atascos en la escarpada carretera a Cadaqués y los tumultos que persiguen el genio desaparecido, tal vez cubierto por la bruma, o soplado por la tramontana como un sueño ligero, de Dalí, no van a dar con el mundo que la realidad de esta luz mineral les ofrece.

Perdido el ancestro rural, el país cuyos paisanos, según Pla, decían "voy al Ampurdán" cuando salían del cabo; desaparecido el sabor de las cosas reales y difíciles en esta dramaturgia de veraneo continuo, de facilidad, que la costa ha sabido construir, basta mirar con nuestros ojos para extraer la sustancia que la realidad nos oculta, como siempre. Rostros, sueños, torpezas, nostalgias, mundos perdidos... todo eso permanece, como las olas, las pocas medusas que mueven su miriñaque con elegante prestancia y casi con urticante coquetería. La ensalada de lenguas y miradas, la amanida de perfumes y bronceadores, es parte de la vida aquí. Es la piel de un rostro que no podemos dejar de mirar.

Luego, al fondo, la lectura y la viviencia infantil de otros mares más de pescadores de la era humana y sencilla, no del siglo del puerto deportivo y el turismo activo, pueden pintar para nosotros las raíces que, en el fondo, todos venimos a buscar: el silencio, y el mar hecho murmullo. El viento jugando con nuestros pasos, en un fondo húmedo y callado. El cielo barrido por el viento. Las personas cercanas. Los sabores del mar. Las largas sobremesas.

Levantamos los ojos del libro y ahí están las historias de hoy, como entonces, distintas pero humanas, de tan deshumanizadas. La soledad no se la lleva el viento, va pegada a cada uno. Mi vecino de mesa mira al horizonte. Y aquí podría empezar una aventura, un relato distinto.

Porque el mar es una piel y el sol gira inconscientemente. Sólo la luna mueve esta realidad, esta marea que los hombres no sabemos gestionar. Recuerdos, sentimientos, horas luminosas.

La sal, de nuevo. El corazón llegando hasta los ojos.

10 de julio de 2006

Musa y variaciones

poetic unreason

Algunos escritores son exploradores. No desfilan como modelos morales ni sociales por el mundo. Están ahí, y dejan huellas para llamar nuestra atención. Invocan nuestra libertad de conciencia, sobre todo de conciencia, nos azuzan. Pero la libertad es nuestra, para explorar o no, con ellos o sin ellos de la mano.

Quién puede juzgar, extraliterariamente, los infiernos que habitaron, nos legaron o heredaron. A veces parecemos estúpidamente convencidos de que vivimos en un entorno controlado. Y el error no puede ser más grande.

¿Cuántos podrían protagonizar su propia pesadilla? ¿Cuántos acaban felices después de tantos tumbos? ¿Cuántos caen en manos de jóvenes viudas profesionales, atolondrados y flébiles ancianos, y son acaso por ello menos valiosos sus libros?

Cuantos mienten y engañan, lo hacen primero a sí mismos. ¿Es un lector dominical, por ejemplo, moralmente capaz de juzgar más allá de su libertad de exploración/ expresión? Amores otoñales, si Serrat los cantaba en Tío Alberto.

Y no sabemos lo que callan en proporción con lo que escriben, lo que ocultan en proporción con lo que muestran, lo que olvidan en proporción con lo que rememoran o inventan.

Como escribió mi amigo Gradolí: No conoces a un hombre, le miras solamente.

Está de moda analizar la salubridad política o sentimental de los escritores, no sólo por el dominical que, hace ya semanas me indignó tanto como para escribir esta entrada. Porque no trataba de conocer las tormentosas relaciones del poeta de Deià con quienfuese, ni de indagar bibliográficamente sus historias. Sólo se quedaba en el cotilleo de quién y a quién le compró qué casa...

Quien se adentra en una obra de arte lo hace a su propio riesgo, gustaba decir Wilde en el prólogo de Dorian Gray. Para leer un poema no es necesario mirar el IRPF de su autor, ni de su musa.

Está de moda juzgarlos como si fuéramos a votarlos para dirigir nuestras finanzas públicas. Y no, los leemos porque nos espolean, porque nos invitan a entrar literariamente donde no entraríamos de otro modo, tal vez. Los leemos porque tienen para nosotros mensajes cifrados desde algún lugar de difícil acceso, de vivencias inéditas o tierras ignotas. ¿Exigiríamos a Cervantes no ser prófugo? ¿A Byron no ser mujeriego? ¿A Sade no haber ni catado nada de lo que nos cuenta?

Mensaje en una botella

No se puede mostrar la imagen “http://www.elcaboafondo.com/isleta_del_moro1.jpg” porque contiene errores.
Isleta del Moro (Almería), lugar donde encontré la botella con el siguiente mensaje

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El órgano del tiempo, el órgano humano que contacta, siente y cuenta el tiempo no es la mente, sino el corazón. Su tíctac lo revela, aunque sólo a través de la mente queremos imaginarlo, diseñarlo, conformarlo, comprender su esquema.

Pero es el corazón la puerta de las horas, la ventana a los minutos, la ruta por el desierto del tiempo.

¿El tiempo, desierto?
La vivencia se concreta en tierra seca, es intensa en sí y lo abrasa todo. Es pedregal, parece duna fósil, o una rambla seca, con la cigarra.

La memoria es quien pone la humedad, es el torrente, que alimenta ese vergel, ese latido, que añadimos a lo que recordamos.

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Convertir el tiempo en una leyenda, en vino llegando a los labios. Como si ser fuese esa conciencia del tiempo como totalidad, llegar a ser, una larga y fantástica investigación.

Una rosa en el mar, una flor blanca
que se aleja.

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Mejor allí, perdida, que el pequeño naufragio del pétalo entre las hojas del libro.
Aquel libro, verdes hojas de aquel -tiempo- olvido.

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Ciudad donde arrojé la rosa al mar. No pude arrepentirme.
Allí entre las mismas palmeras, otra vez en la vida.
Años después, allí encontré aquella mirada intacta. El mar sabe de flores.

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El corazón sabe.
A sal.

6 de julio de 2006

La Casa de Graves en Deià



Imagen de la casa tomada en abril

Maravillosa, aunque breve, conversación mantenida con Guillermo Graves el otro día para publicar en ABC la noticia de la reapertura de la casa familiar en recuerdo de su padre Robert Graves: un lugar mágico de la historia cultural de España y del mundo. He aquí la crónica fiel de aquella conversación:

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Pareció que Robert Graves celebraba otro de sus cumpleaños. La gente se arremolinaba junto a su casa a las afueras de Deià, en la costa norteña de Mallorca. Buena parte del pueblo se acercó a beber a su salud e incluso se presentaron algunas estrellas de Hollywood. Así era antaño, cada 24 de julio, cuando Robert Graves abría su casa para celebrar su aniversario y los invitados podían compartir unos momentos con Ava Gardner o Alec Guiness. Pero, por mucho que se pareciera el ambiente de ayer, el motivo de la reunión era otro.

El presidente de Mallorca, Jaume Matas (que se llevó una bolsa, por cierto, de hortalizas del jardín /huerta familiar) y las estrellas hollywoodienses Michael Douglas y su esposa Catherine Zeta Johnes, presidieron, por así decir, el brillante acto social con el que se abrió la casa de Robert Graves, autor de «Yo, Claudio» y también de «La diosa blanca», escritor de «El vellocino de oro» y asimismo de «Adiós a todo eso», poeta entre los grandes del siglo XX y soldado en las dos guerras mundiales.

Después de meses de rehabilitación, la morada de Graves ha quedado como estaba en los años cincuenta. Su hijo Guillermo nos lo comenta, con ilusión no ajena al sentido del humor. Es cierto que hubo algunos discursos, pero asistimos, gracias a sus palabras, a la apertura de un centro de la cultura que ahora se ha recuperado. Los lectores, aquellos a quienes las obras de Graves, en verso o en prosa, conmovieron o cambiaron, tienen la posibilidad de asomarse a aquella intimidad un poco indómita que habitaba en la España de Franco, en una aldea agrícola aunque anticlerical, como él solía decir.

En el piso de abajo, relata Guillermo Graves, «todo ha quedado como en los años 40. Los mismos muebles y el mismo ambiente de cuando vivíamos allí». Están sus plumas, su tintero y las fundamentales tijeras, que en sus manos acuñaban el valor del corta y pega que hoy todos hemos asumido a través de la informática. Están su despacho y el comedor de entonces, alimento del cuerpo y del espíritu, y al lado se ha recuperado la cocina de carbón marca AGA, «el Rolls Royce de las cocinas».

También está la imprenta que trajeron con ayuda de T. E. Lawrence para fundar Season Press, editorial que vio el nacimiento de un puñado de poemarios allí mismo, junto con la factura de los aranceles de su importación. El jardín, según queda dicho, ha vuelto a florecer con árboles cuyos frutos el escritor recolectaba y luego mercadeaba.

Y en la planta de arriba la zona de exposición con sus primeras ediciones a la vista, con el fin de demostrar qué hay más allá de «Yo, Claudio», un autor de 144 publicaciones, el 60 por ciento de ellas en prosa. Allí también documentos históricos, la carta de Gertrud Stein comentada por Graves, otra de Churchill agradeciendo el envío de un libro, su discurso al aceptar ser hijo adoptivo de Deià, una conferencia de Cela, la carta de la Reina Isabel II de Inglaterra otorgándole una condecoración poética, misivas de Thatcher y otros políticos ofreciéndoles oropeles del poder que nunca aceptó...

Graves dio a Deià la carretera que baja serpenteando a la cala recogida y preciosa. Y, en 1963, tras cartearse con Manuel Fraga, y luchar contra la burocracia, logró que llegase la luz eléctrica. Por eso la apertura de su casa es, otra vez, un acontecimiento, para el pueblo, las islas, para todos nosotros.

----------------hasta aquí lo publicado

En abril, el pasado domingo de Resurrección, en la iglesia de Deià sonaba un fraterno y cálido canto gregoriano. La música era un verdadero imán para el espíritu de los curiosos que paseábamos junto al templo o para quienes buscábamos, para honrarle o saludarle, the Graves' grave, la tumba del escritor, en el pequeño cementerio de piedra blanca, a esa hora humedecido por una fina y temprana lluvia. Resonaba el cántico entre las piedras y resbalaba por las hojas hasta desaparecer en la transparencia.

Luego, por la tarde, bajando hacia la cala, el canto de las chicharras era un verdadero imán también para el espíritu de aquellos a quienes los árboles apenas lograban proteger de los rayos del sol. Música de sol y viento junto al mar. Turistas también, como paisaje inesquivable ya en las islas. Pero no importa, al horizonte, la música del mundo y honores a la Diosa Blanca.

Tantas palabras, mitos, historias, canciones idas con la brisa y vueltas a romper junto a la orilla incierta de aquello que creíamos fundado firmemente en este tiempo presente. Pero es ley que el presente se define y delimita por lo ausente. En realidad, nada nos pertenece. Y nuestro presente huye por ese mismo camino de las ausencias que alcanzamos a rozar pero que escapan como el agua entre las manos.

A veces, la mirada se nos queda así desnuda o perdida en el tiempo. Y es todo lo que tenemos.

Nueva vida para los
Rollos del Mar Muerto

Nueva vida para los Rollos del Mar Muerto
Un muro negro y una cúpula blanca (los hijos de la sombra luchan contra los hijos de la luz) coronan el edificio del Santuario del Libro, diseñado como una cueva (foto:Israel Museum)
En mitad de la tormenta que vive hoy Oriente Próximo, Jerusalén vuelve a mirarse en el pasado, esta vez buscando pistas para salir del conflicto. En pleno capitolio jerosolomitano, rodeado por los edificios oficiales, el Museo de Israel afronta unos años de obras de ampliación. Pero justo antes de empezar, uno de sus núcleos fundamentales, el Santuario del Libro, acaba de inaugurar una reforma que incluye un nuevo centro de investigación que quiere iluminar, con la Biblia -Libro de las tres religiones monoteístas- como testigo, un camino de entendimiento en la región.

La tenue luz de ese camino apenas nos llega entre tantos disparos, pero fulgura allí donde se custodian los famosos Rollos del Mar Muerto, que fueron hallados fortuitamente por un beduino en 1947 en el interior de una cueva. «Es uno de los más grandes hallazgos arqueológicos del siglo XX», nos comenta Adolfo Roitman, el conservador jefe del Santuario del Libro y máximo resposable de su conservación.
Roitman califica los cambios que aborda el Santuario del Libro como «una revolución conceptual. En estos días de tanto desencuentro entre oriente y occidente, incluso específicamente los días difíciles que estamos viviendo aquí en Israel, el mensaje es la posibilidad de ver un poco más allá de los nubarrones que nos envuelven y discriminar cuánto tenemos de común. El texto bíblico es fundacional para las tres religiones monoteístas y también es un texto en el que, aún hoy, hombres de buena voluntad de todo el mundo, no importa la raza, ni el sexo, pueden encontrar inspiración e incluso consuelo».

Los buenos deseos se traducen ya en un centro de informática y de estudios, financiado por la Fundación Dorot. La reforma incluye un nuevo acceso -junto al que se ha trasladado una espectacular maqueta de Jerusalén en el año 66 (la del Segundo Templo, el de Herodes) de casi mil metros cuadrados- y un auditorio. Además, el Santuario ha producido su primer filme, para tratar de explicar el mundo espiritual de los sectarios en el judaísmo del tiempo de Jesús.

Manuscritos fundamentales
Se llama Santuario del Libro porque se centra en la Biblia, a través de los Rollos y, en una cripta, atesora otras ediciones preciosas, como la Biblia de Aleppo, que tiene mil años y conserva el texto masorético, a partir del cual se interpreta la traducción del original, un códice que Maimónides llegó a utilizar en El Cairo para su versión.

La importancia de los Rollos radica, según explica Roitman, en que en ellos aparece «un estadio formativo del judaísmo del que nacerá la tradición rabínica histórica y también el cristianismo».

Resulta excepcional la enorme riqueza de géneros literarios que hay en los Rollos y, en ocasiones, la aparición de libros que nos eran antes absolutamente desconocidos. Fueron producidos por un grupo, no muy numeroso, una «comunidad», tal y como se define en los textos, que pudo albergar entre 40 y 150 miembros, pero que tendría gran influencia en su época por estar formada por rigurosos intelectuales, que nos han permitido realmente ver bajo nueva luz toda la época.

Roitman afirma con entusiasmo que «a estas alturas se han publicado todos los textos de los Rollos, ahora tratamos de entender aquel mundo y ver cómo encaja en la realidad que ya sabíamos». Pero, inmediatamente añade: «Como siempre, surgen más preguntas que las que el descubrimiento responde. Por eso, los trabajos de síntesis serán el gran desafío de la nueva generación de investigadores, para los que será muy útil el nuevo centro que inauguramos en el Santuario».

Fiables como los restos de dinosaurio

Para entendernos, el conservador jefe del Santuario nos explica que, por un lado, tenemos la tradición bíblica y, por otro, los materiales legados por la tradición rabínica, que suelen ser posteriores en varios siglos, ya que las copias que nos han llegado parten del siglo II de nuestra era. Ni siquiera las fuentes clásicas eran más fiables: «los escritos de Flavio Josefo nos llegaron no en su original sino a través de versiones realizadas por copistas cristianos muy posteriores. Lo mismo pasa con Filón de Alejandría, así como con lo que llamamos literatura apócrifa y pseudo epigráfica, formada por textos que en su mayoría no nos llegaron en su lengua original y son cientos de años posteriores a su redacción, lo cual no permite asegurar qué añadidos u omisiones han sufrido a lo largo de un periodo tan largo, ya que conceptos nuevos o ideologías pudieron infiltrarse en las copias con el pasar del tiempo», sintetiza Roitman.

Lo hallado en Qumrán es especial porque los documentos son de la época misma. «Es como si fueran restos de dinosaurios -añade el responsable del museo-, y forman un testimonio del mundo antiguo que no ha sufrido modificación alguna por hombres de épocas posteriores, lo que nos permite ubicarnos, como a través de un túnel del tiempo, en la complejidad del judaísmo de la época helenístico-romana, lo que los judíos llamamos la época del Segundo Templo.»

Roitman relata que los libros más populares en Qumrán fueron el de Isaías y un rollo con las reglas de la comunidad. Isaías fue muy importante para los primeros cristianos; de hecho, en su libro se pronuncia la mayoría de las profecías cristológico. Y era muy querido por grupos mesiánicos que creían vivir en el final de los tiempos.

Las reglas de la comunidad de Qumrán
Rollo de la comunidad (1QS) del se han encontrado 12 copias (Israel Museum)

El rollo de la comunidad es crítico y crucial para entender lo que acontecía en Qumrán. Las reglas describen el procesao de aceptación de un nuevo miembro, que duraba dos años, en los que era repetidamente sometido a examen. Al final del proceso sus bienes pasaban a la comunidad, detalle que se repetirá en los primeros cristianos (Hechos de los Apóstoles II, 42-44). También se describe su rigor en los castigos, desde reducciones de la ración de comida a la expulsión.

Solemos hablar de los esenios, pero esa palabra no aparece en ningún lugar de los Rollos, es un nombre legado por las fuentes clásicas. Pero hay pasajes del Nuevo Testamento donde Jesús se refiere a grupos parecidos al que nosotros conocemos. Por tanto la conclusión de este especialista es que sus ideas no pasaban desapercibidas en aquel entorno del cambio de era.

Llevaban una economía autárquica y aún se discute su orden social. Casi todos los investigadores aceptan que había un círculo amplio, un grupo que vivía en los campamentos, sus núcleos urbanos, y que llevaban una vida familiar. Hay documentos que describen los casamientos y otras actividades. Por el otro lado, había un núcleo central, pequeño y radical que dedicaba su vida exclusivamente al estudio, vida "monacal", que no se dará luego en el judaísmo y sí en el cristianismo.

27 de junio de 2006

Sefardíes en León

Se acaba de presentar en León, y está a punto de presentarse en Madrid, un documental verdaderamente impactante que cuenta un camino de vuelta hasta León de la cultura sefardí después de quinientos años. El filme realizado por el joven director hebreo Jack Matitiahu, contextualiza perfectamente la importancia que León tuvo para los judíos—yviceversa— desde el siglo III. Titulado «Sefarad. Caminos y vida (León. Reencuentro)», la obra relata, en un tono emocionante y en ocasiones poético, una historia que sentimos como nuestra.

Todo comienza con una moneda rescatada bajo el manto musgoso del tiempo en las excavaciones de Puente Castro. Aquellos expulsados en 1492 no lo fueron de un lugar extraño, o extranjero, sino de una ciudad y un barrio que tal vez habitaban desde 1.200 años antes y que hubieron de dejar, junto con sus muertos y su hacienda. Antes, aportaron su gran talento y su industria, sus libros —algunos tan fundamentales como el Zohar—, su heredad humana.

La vida continúa y el largo camino comienza. La diáspora judía nunca olvidará su «Espania» querida. Conservará su lengua —y sus refranes, como en el filme veremos— como si lo que hubiera ocurrido fuese la ruptura de una familia, una de las nuestras.

Previamente a la expulsión decretada por Isabel la Católica, se alentó la conversión a los judíos al catolicismo. Muchos, por tanto, se quedarán, convertidos, a veces de corazón y en ocasiones por necesidad vital, aunque siempre mantuvieron algunas de sus costumbres, como ascuas que la intemperie no lograba apagar. Familia truncada, pero unida por hilos invisibles que atraviesan la distancia, o el tiempo.

Volver atrás los caminos y encontrar la vida aquella, como una moneda enterrada, olvidada, entre el óxido del tiempo, aunque mantiene su familiaridad con nuestras manos. Así, por el documental desfilan hombres y mujeres de comarcas leonesas que mantenían los descansos del sábado, y otras tradiciones judías que también pervivieron entre nosotros cinco siglos. La vida es de ascuas cálidas cuando dos cantoras de la música sefardí, María José Cordero y Suzi, una de aquí y otra de allá, caen en la cuenta de que sus respectivas abuelas cantaban el mismo romance mientras cocinaban. Y ellas lo cantan igual hoy.

Vidas en el espejo de la historia y el tiempo. Por la pantalla pasan escritores, profesores, músicos, artesanos, niños y poetas como Antonio Gamoneda o Antonio Colinas... Todo un jardín de encrucijadas está expresado en esta hora y media de película de Jack Matitiahu, producida por su madre, la célebre poeta sefardí Margalit Matitiahu. Músicas y palabras antiguas que resuenan cerca del corazón.

Porque el reencuentro es un brindis por la vida, que sigue. Como si nada hubiese sucedido.

13 de junio de 2006

Doma de Clavileño

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Fáctico: 1. Perteneciente o relativo a los he-
chos. 2. Fundamentado en hechos o limitado a
ellos,
en oposición a teórico o imaginario (DRAE)

El caballo tendrá el nombre de un sueño, aunque en su etimología arraiga la materia, el leño, del que se hizo; así como el artificio, el mecanismo, la clave que lo mueve. Basta aferrar la clavija para que su jinete vuele a lomos de la imaginación, pero también, y por lo mismo, basta que su jinete arranque para que la imaginación de los otros cobre cuerpo y las chanzas y burlas meramente imaginadas se conviertan en pura y dura realidad. Porque existe siempre un riesgo cuando jugamos con la maquinaria que permite volar al pensamiento y arder la pólvora de nuestros deseos, de nuestros fantasmas, en todas las direcciones, ya que está prendida con las llamas de algún fuego interior e incontrolable. Por todo ello, el caballo, sin duda, tendrá nombre de sueño.

¿De dónde surge Clavileño? ¿Viene esta criatura directamente de la Guerra de Troya, como se teme Don Alonso Quijano, quien por una vez recupera en un destello la lucidez de sus antiguas lecturas e intuye que el ingenio que se le muestra bien podría ser una trampa, en la estirpe del caballo troyano, cuya panza estaba repleta de enemigos y supuso la ruina de Ilión? Algo de verdad habría encontrado Don Quijote en ese rapto lúcido si hubiera seguido adelante con sus pesquisas, pues el vientre de Clavileño estaba repleto de crueldad pirotécnica; la que después del vuelo, quién sabe si real o imaginario, les hizo morder el polvo de verdad a él y a su escudero. Porque a veces los sueños más altos tienen el mismo sabor de la tierra.

Paladión llama Don Quijote al caballo troyano, confundiéndolo, como era común en la época cervantina, con la estatua de la diosa Atenea que guardaba la ciudad homérica, aunque pocos en aquel tiempo sabían que la imagen del Paladión representaba en realidad a la joven Palas, una amiga de la infancia -y casi gemela, por su apariencia- de la diosa griega. Además, muchos desconocen que la estatua la había realizado la propia Atenea con sus manos, como una especie de penitencia olímpica. Porque Palas murió atravesada por la divina lanza de su amiga cuando Zeus la cegó durante un duelo amistoso, asombrado y temeroso del potencial de su parecido con la diosa. Hay un juego de espejos que anida en este mito griego y que cabalga bien sobre los lomos de nuestro caso.

Como en un espejo, la realidad y la imaginación intercambian a menudo sus papeles y el hombre es una criatura ciega en este juego, sin que sepamos cuándo nuestra ceguera es la lúcida o cuándo la sombría. Y si un dolor de diosa hace una estatua perfecta, el Paladión, ¿qué fantasma no erigirá un humano esculpiendo con su dolor? ¿Y qué hace la imaginación de los hombres sino esculpir fantasmas y moverse entre las sombras de nuestra conciencia, que sueños y pesadillas alimentan de modo parejo? Así creamos fantasmas que jamás alcanzarán a ser del todo en lo real o que no acaban nunca de esfumarse del todo, como el sueño más pegajoso de los párpados. Por ello siempre estaremos indecisos: ¿molinos o gigantes? Dudas reales. Bendita incertidumbre.

Pero volvamos al caballo Clavileño. ¿Adónde nos lleva? No al reino de Cendaya, como prometiera. Sin duda, sus alas rozan las más altas esferas del cielo desde algún punto inmóvil, aparentemente inmóvil, puesto que la inmovilidad absoluta no se da en nuestro universo. Pero es capaz de arrastrar a sus jinetes al lugar en el que nunca les hubiéramos supuesto. Porque Sancho disparará –disparatará casi- su imaginación y jurará haber visto la tierra diminuta y las estrellas tan de cerca que las Pléyades se arrebañan ante sus ojos. Don Quijote, sin embargo, se tienta la locura nada más bajarse, como quien duda si ha perdido la cartera. El Caballero de la Triste Figura ve tan lanzado a su escudero que tiene que dar un paso atrás para encajar la que parece su propia caricatura. Desconfía del delirio de Sancho, hasta entonces un hombre práctico, de palabra siempre pegada a la realidad del alma concupiscente, pero por otro lado no puede desautorizarle porque sería como tacharse de loco a sí mismo. Y aún es pronto para eso.

Y si Don Quijote desconfía al ver a su escudero dopado por la aventura, lo que le ocurre a Sancho, en realidad, es que mentalmente ya se apresta para el gobierno de su ínsula y por ello quiere alejarse de una imagen, arrastrada por todo el libro, de personaje manco de imaginación e ingenio si se compara con su amo (a pesar de llevarse no menos palos reales que él, por supuesto). De tal modo está todo tramado que el caballo podría haber sido Baratario y la ínsula Clavileña. Tanto invierte Cervantes los papeles aquí que Don Quijote se ve en la obligación de juramentarse con Sancho y concederle la credibilidad de sus visiones si el escudero aprueba los relatos increíbles que trajo el caballero de la Cueva de Montesinos. Como si un disparate menor pudiera dar carta de lógica a uno mayor en el mundo real. Un mundo de disparates. ¿Les suena?

En fin, dos hombres, a su manera locos, montaron en el caballo de leño volador con el buen fin de salvar a unas mujeres de su horrible y barbudo hechizo. No conocen a Occam y no andan buscando -ni rehúyen- reyerta con su célebre navaja, de modo que en lugar de pensar como la hipótesis más probable que les estén gastando una monumental broma –o a sabiendas, como apuntan las dudas iniciales de Don Quijote-, prefieren entrar en aquel misterio de los encantamientos y hacerle frente a ciegas, con los ojos vendados. Porque el misterio en el que creen es en verdad el de la imaginación. A pie juntillas, hacen posible que pueda repararse el daño de las damas y vencerse al gigante Malambruno, todo en un solo viaje. Mientras tanto, la reducida corte les azuza, les contempla y participa entre risas de este engaño que quiere abusar de la buena fe y de la locura –la de uno por demasía de letras, la del otro por todo lo contrario- de estos dos hombres. Pero, nada más arrancarse, un caballo imaginario –cualquier caballo imaginario- se desbocará...

Por tanto, ¿es contrafáctica la imaginación? Nos sentimos tan seguros y abrigados por nuestro bienestar que hemos llegado a dudar del carácter factible de nuestro ingenio y, por ende, desterramos como algo infantil el barrizal de la imaginación. ¿Desterrar el barrizal? Suena a juego de palabras. Puestos a modelar, a inventar –incluso crear, que siempre resulta más ampuloso-, qué mejor materia que ésta, dúctil y sencilla, de la alfarería. Al fin y al cabo, ¿no es barro cantarero el pensamiento? ¿Por qué tendemos a tranquilizarnos diciéndonos que nuestras invenciones, ingenios, creaciones, suceden en un lugar distinto, del cual la realidad fáctica de los hechos nos mantienen a salvo?

Pensamos que la broma imaginada ningún daño puede hacer. Y tanto que nos conviene, puesto que así creeremos que lo imaginado tampoco podrá alcanzarnos a nosotros y es, por así decir, intangible lo imaginado, como si fuera propio de los sueños, algo que se espanta con la luz o con frotarse los ojos. Pero es que hasta el libro del ingenio que es el Quijote nos afecta e incluso se dice de los españoles que somos, cuando no Quijotes, unos Sanchos. Algo hiende la realidad desde aquello que un hombre imaginó. Que se lo digan a Sancho, que anda rehuyendo tres mil y trescientos azotes en sus reales, que debe aplicarse para terminar con el encantamiento –falaz, puesto que él mismo lo ha inventado- de la bella Dulcinea. No vale la pena resistirse. Somos presa de nuestros artefactos. Y la imaginación no es un artefacto inocuo.

Así que, ¿es contrafáctica la imaginación? ¡Pobres de nosotros si seguimos literalmente el diccionario! Ahí está la criatura imaginada, Clavileño Alígero, llevando por las altas esferas celestiales a Don Quijote y –no lo olvidemos- más lejos a Sancho, mucho más allá de lo que Rocinante o el rucio les pudieron transportar. Aunque nosotros nos sintamos a salvo detrás de las murallas del sentido común, el uso y la costumbre; o junto a las almenas de la cortesía, donde reina la urbanidad; aunque el lector se ría con la broma y protegido por los barrotes de líneas de las páginas, haga suya la diversión de la Trifaldi y la del duque y casi se permita sentir pena por los dos aventurados, todo parece indicarnos que no estamos tan seguros. De la “cárcel” de los libros han escapado criaturas mejores y aun peores que nuestros sueños. Si la civilización mantiene erguidas las defensas incluso en el diccionario (cuando añade a limitado por los hechos ese “en oposición a teórico o imaginario”) ello significa solamente que el exterior nos asedia. ¿El exterior?

El inocuo artefacto que pudiera ser la imaginación ha sabido explicarnos el mundo a través de los siglos, con paganismos, gnosticismos, platonismos y, hasta si me apuran, totalitarismos. Si no hay utopía que no haya sido imaginada y que nada más realizarse no haya contraído grandes deudas de sangre. Así que la imaginación no es aséptica como el topos uranos de las ideas, sino que mancha como un barrizal ensangrentado después de una batalla, o mil batallas.

Qué rara vez miramos ya con franqueza a nuestro alrededor. No podemos permitirnos dudar, aligerar la marcha o detenerla por un momento para repensar el rumbo. Tomamos un camino en aparente albedrío y no podemos ni concedernos una duda sobre el sentido de nuestros pasos. Porque confiamos en leyes que presuponemos duraderas y salvíficas, normas escritas y tradiciones veneradas que en el fondo mediatizan nuestra visión de lo real. Es como si nos mantuvieran a varios palmos del suelo, exactamente, o casi, como volando a lomos de Clavileño, montados a horcajadas o a mujeriegas en nuestros propios prejuicios, soñando que volamos por la realidad, por lo que todos aceptamos como única realidad. ¿Y entonces? Entonces a veces nos caemos del caballo también nosotros y podemos aprender a pellizcar la piel de lo real, que es sólo un trampantojo.

Así que, a varios palmos del suelo, como sobre los duros lomos de Clavileño, estamos ciegos y llegamos tan solo a sentir el fuego que alguien nos pone delante de la cara y no de broma. Un gran apagón nos devuelve a la edad de piedra, sin máquinas, sin calefacción, sin móviles; un huracán nos rebaja los humos y de un soplido descomunal arruina e inunda nuestras casas y nuestras cosas, por bien que las creyéramos cimentadas en la realidad que limitan los hechos. Y un avionazo de odio –el odio también vuela- derrumba nuestras torres. Pero no necesitamos ni siquiera estar bajo un ataque. El huracán de Nueva Orleans barrió el pasado verano de 2005 la civilización en diez minutos. A la tragedia, contra la que apenas se puede luchar, siguen saqueos espontáneos y la tiranía de bandas armadas que imponen su ley sobre las víctimas. Así que todo lo que cimenta la convivencia dura diez minutos, en realidad, incluso dos mil años de civilización. Ocurrió hace bien poco en una capital del imperio, no en las lejanas fronteras bárbaras. ¿Qué nos quedará, entonces?

Hay una fotografía de Cartier Bresson, realizada en Sevilla, en 1933, preludio de una guerra. En un callejón en ruinas, varios niños juegan y se ríen cruelmente de un pequeño lisiado –como Quijote manco de cordura o Sancho cojo de pobreza e ínsulas- y el muchacho en cuestión corre desvalido con sus muletas, tan veloz como puede, medio llorando, pero diríase que en realidad está volando con la imaginación lejos de aquella hostilidad hacia a los brazos de su madre, o a algún rincón tranquilo; a lo que para él, y para nosotros, pudiera parecerse a la civilización. Esas muletas son también Clavileño. Y no sabemos hasta qué punto todos las necesitamos, aunque no estemos lisiados físicamente.

¿Para qué sirve la imaginación, entonces? Para reconstruir aquello que dinamitamos y no sabemos devolvernos. Para sobreponernos a las trampas y las predaciones, para poder mirar nuestra propia realidad y no sólo la realidad. Para superarnos, para creer que podremos hacer lo que, sin esa herramienta, sin esa ebriedad, nunca lograríamos. Para volver a soñarnos como hombres, al punto, cuando todo alrededor nos niega nuestra verdadera condición. Y por eso, sólo por eso, el Quijote de Orson Welles le dice a Sancho aquello, más allá de sus propias decepciones y la extrañeza de haber conocido en los límites a su escudero: “Sancho, la luna está muerta y tú te has convertido en un soñador”.

Solamente una vez más, en el lecho de muerte del Caballero de la Triste Figura, intercambiarán sus papeles él y Sancho, llegando a pedirle Don Quijote perdón al escudero por haberle hecho “parecer loco como yo”. Lo dice quien ya sabe, como Nishitani, que somos seres luminosos que se asoman levemente en la penumbra de la nada, en el borde de lo efímero (“ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”). Pero a ello Sancho le responderá -sí, recordémoslo- con la defensa mayor de la imaginación, la más emocionante hoguera de sueños que pueda contener este libro de Cervantes. Y lo hace Sancho para vivir, para seguir viviendo, para ser hombre al punto. Y para dejar de serlo, Don Quijote hizo lo propio al cabo.

5 de junio de 2006

Hoja de rata
Hoja de reta
Hoja de rita
Hoja de rota
Hoja de ruta

Análisis del proceso de paz
de pez
de piz,
de poz
de puz

Trengua

Alto el fuego de boquilla

27 de mayo de 2006

Lugares santos

Es bien extraña la memoria de los hombres. Jerusalén está plagada de lugares santos pero los fieles de tales sitios no dejan de mirar al otro, al extraño, con cierta desconfianza.

Si el lugar santo nos diese certidumbre... Pero no, no nos basta. Verídico o no, cierto o legado por la tradición, el lugar santo es trinchera en la ciudad eterna de la paz, en la que no paran de caer los templos y el cielo único, hermoso, convierte la fe en muralla, cuando no en un arbol en llamas.

Miro y me basta saber que este es el lugar en el que todo ocurrió: la maldición o el milagro. Poco me importa si fue en esta baldosa o en la calle de al lado. Aquí comienza el camino del sacrificio y de la epifanía.

Lo mismo ocurre cuando viajamos a Galilea. El lugar es una belleza que no roza la fe. Importa la bienaventuranza y no el púlpito desde el que se enunció. Fue allí, sí, pero confundir la palabra con las piedras es algo que sólo los torpes humanos, acostumbrados a tropezar tanto con ellas, con las mismas, repetimos. Mineralogía aplicable tanto al mito como al logos: ¿por qué tropezamos tanto con la misma palabra?

Y Dios en la de todos. Posted by Picasa

26 de mayo de 2006

(Gracias a Dios, no es sagrado)

Meir Shalev escribe y vive en hebreo, es parte de esta sociedad sitiada por el conflicto y por la historia. Y dice el autor en un encuentro con nosotros que la mentalidad israelí es muy diversa. Existe una mentalidad vital, mediterránea y hasta ultramoderna en Tel Aviv, que convive con otra más tradicional y a veces ultrarreligiosa en Jerusalén.

Shalev se inclina claramente por la primera, y dice con ironía: "Tel Aviv, gracias a Dios, no es sagrada". Tel Aviv es la ciudad siempre despierta, cultivada en conciertos, teatros, la ópera y hedonista en la libertad, la juventud y el ocio. Su expresión marca el futuro que las nuevas generaciones imponen a este país en el entorno de la civilización occidental.

Pero el escritor Shalev nos cuenta que nacio el mismo año que el Estado israelí, y que su infancia primera la pasó en un Kibutz del norte. A los once años su familia se mudó a Jerusalén, pero a un barrio obrero alejado sobre todo de la historia y la densa mezcolanza de creecias y poder.

Según su relato, en aquel barrio al que llegó había tres instituciones públicas destacadas: la escuela para ciegos, el manicomio y el orfanato. Pronto se acostumbró a tratar con personas mentalmente perturbadas, jugar con niños ciegos y conocer la tragedia de la orfandad. Y eso marcó su vivencia de la "cuidad eterna de la paz."

Con ironía nos relató que, para él, Jerusalén siempre será la ciudad un poco ciega, mentalmente perturbada y algo huérfana que conoció y que está gobernada por los muertos, por los nombres asociados a los templos, héroes bíblicos como Salomón, Abraham, David, Herodes... a cuya sombra se atiende "más que a la de los ciudadanos presentes".

Por contraste, Tel Aviv "está gobernada por y para los vivos y, gracias a Dios, no es sagrada..." dice.

Shalev insiste en buscar la síntesis como apuesta de futuro. Porque incluso para él, que cree en Tel Aviv como proyecto social, esta ciudad está, a su modo, huérfana de espiritualidad, algo que Jerusalén complementaría si la política dejase de mezclarse con los asuntos de la cultura y la fe. Y de poder, cabe añadir. Pero está seguro de que habrá que tenerla en cuenta.

23 de mayo de 2006

El lugar de los nombres

Yad Vashem es el lugar. Un memorial que habría que recomendar a todos. Allí guardan los nombres -y con los nombres las historias- de todas aquellas almas exterminadas cuando la Alemania nazi decidió poner todo su potencial tecnológico e industrial al servicio de una máquina de matar judíos. Eran las mil fábricas de la muerte y sus campos, que los hornos cubrieron de ceniza.

Un millón y medio del total de 6 eran niños. Como María Eisen, encerrada en el getho de Varsovia. Su padre le hizo un regalo humilde aquel último cumpleaños: una muñequita de barro, del tamaño de un dedo, sobre la que también pasó historia. Alguien, años después, ha rescatado los fragmentos -la memoria es de barro- cuando ya era tarde.

Asusta pensar con qué facilidad el laboratorio de propaganda nazi plegó la moral de los soldados ante la eficiencia técnica, porque se resolvió como un problema técnico: la obsesión por cómo hacerlo se impuso a la conciencia del qué. Y sorprende cómo la irradiación de la maquinara goebbelsiana afectó a los alemanes y a otros muchos pueblos. No estamos a salvo de la mentira repetida hasta hacerla convincente.

El nuevo museo Yad Vashem es un hachazo en la montaña, como edificio. Dentro han conseguido que las mil reliquias del dolor causado cuenten una historia triste pero mitigada por la esperanza. Nos queda el bosque plantado en honor de los justos entre las naciones.

"Un país no es sólo lo que hace sino también lo que tolera", se lee en la entrada a una sala. Claro, nación es también carácter, como la Europa de hoy no debería olvidar. Y si resulta apabullante ver la inmensa librería -toda una cúpula de interminables anaqueles- que atesora las historias de las víctimas, es aún peor conocer el dato: allí está la colección incompleta, porque sólo se han recolectado los datos de 3,5 millones. Es decir, para dos millones y medio la Shoah hizo honor a su nombre: fue el aliento de una destrucción total. Queda la impronta de su dolor injusto, su ausencia... Como una brisa entre los olivos...

"Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente allí." (Celan)

Lo siento por Adorno pero después de Auschwitz sí hay poesia. Debe haberla, más que nunca. Pero a diferencia de lo que ocurre en España, donde la mayor parte de los autores afirman hoy en día que es un género de ficción, tal vez sea la ficción lo único intolerable en la poesía. A ella sólo hay que pedirle ya el compromiso con la realidad de la palabra. Se trata de la vida, de saltar por encima del lenguaje mortífero, y no de otras causas justas ni de juegos u ornamentos con el lenguaje. Más que juegos hay que extraer los fuegos que esconden las palabras.

El otro. La vida. He ahí el memorial de los nombres. La muerte premeditada a nivel industrial se escondió durante años en las dobleces del lenguaje antes de sembrar Europa de campos de ceniza. Por eso ahora que ha pasado tanto tiempo y los eufemismos vuelven a adornar el parto de algunas naciones hay que tener extremo cuidado. No estamos a salvo de la mentira.

El lenguaje puede ser mortífero, como Celan sabía. Llamad a las cosas por su nombre, porque existe un lugar para todos los nombres.

22 de mayo de 2006

Su(per)posición

Tal y como podemos ver que se cuentan las lamparillas y las teselas de los mosaicos que "pertenecen" a cada culto en el Santo Sepulcro, la Tierra Santa está sedienta de posibilismo. Un lugar por cuya posesión todos pugnan. Pero si la fe permanece de espaldas a la realidad, la próxima página se parecerá a las anteriores de esta historia siempre escrita con sangre.

Como todo allí, está superpuesto: las glesias, los dioses, los fieles y los infieles. Aquí hay que super-ponerse en el lugar del otro. Pero para eso antes son necesarias unas bases -que estuvieron cerca de lograrse en Oslo- lejanas aún.

Mientras el vecino árabe no descienda de la venganza de los cielos a la arena política, nada se podrá hacer. Es como si Israel exigiese volver a Herodes el Grande.

E Irán insiste últimamente en borrarlos del mapa en el mismo discurso estupefaciente que niega el Holocausto. Parece una broma pero es algo parecido a una pesadilla.

Tal vez no sea necesario estar aquí para comprender la dificultad y la amenaza que hay en los orígenes de este conflicto. ¿Tal vez lo puedan sentir desde algún otro lugar los hombres?

Comienzo (Israel)

Si hay un lugar en el mundo donde la luz se adensa es éste. Densidad de almas, densidad de espíritu, densidad de los hombres y los siglos, de la sangre y hasta del odio. Denso el tiempo y hasta la vida que, aun con dificutad, se abre milagrosamente paso.

Tierra de profecía y maldición. La densidad es de la palabra, aquí estratigráficamente precipitada sobre sí misma, algo asi como lo que acontece con el hielo en la Antártida, es lo que ocurre con la palabra en este suelo de fuego. Y al excavarla memoria adentro, con la palabra sondeamos las partículas de nuestra propia historia de especie -¿desolada? ¡particular!- hasta llegar al principio.

El Bereschit del Zohar, el principio de un mundo hecho desde la palabra, o sus permutaciones cabalísticas. La palabra es Elohim, Dios -siguiendo el libro escrito en Leon-, un fulgor que precedió a la luz.

Y el aire es tan ligero, aquí, brisa de litoral, que resulta increíble la espiral violenta, la dificultad para comprender el esplendor del mundo, o el esplendor del firmamento (eso es Zohar), que endulza los racimos que nos sobreviven. Y no dejemos de pensar que lo rodea el odio arraigado y que ha sido escenario de muy grande sufrimiento, pero sería injusto igualmente olvidar que fue un sueño avivado en los brindis y los votos de un pueblo desperdigado y masacrado. Ascua a la intemperie que no apagaron los siglos y hoy realidad maravillosa aunque imperfecta, sitiada. Bromean: "No es un país, es un milagro", pero ésta era de antiguo la tierra sobrenatural, transustanciada de agua en vino, la de los panes y los peces multiplicados. El milagro verdadero ocurrirá cuando, como subrayan, "seamos un país como los otros". Ni más ni menos.

¿Atenas o Esparta? Están las dos, aquí, y ya no son gentiles. Existe una sociedad mayoritariamente abierta y democráticamente libre -en el sentido que nuestra civilización lo entiende- que lucha por esa libertad, que la defiende, hasta la injusticia en ocasiones. ¿Podríamos hallar exactamete lo mismo al otro lado?

Hamás, una respuesta cuyo eco va más allá de la política.

14 de mayo de 2006

Crónica al pie del tren de Gamoneda

Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) se bajó del tren en Chamartín, procedente de León, ayer (viernes, 11-5-06) a las 15:40. Caminaba despacio por el andén y allí se abrazó a su hija Amelia. No hacía ni dos horas que sabía por una llamada al móvil que era el ganador del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de este año. «Desde que me lo han dicho, traté de seguir trabajando pero esto no paraba de sonar...», dice señalando al teléfono móvil, con la batería exangüe, y se lo entrega a Amelia.

Tiene su enjundia que Gamoneda conociese la gloria del premio de Patrimonio Nacional subido a un tren, en medio del camino a Madrid. Ahora sabe que el jurado ha destacado en su obra «la señal explícita de una tradición escondida, asociada a la tierra y la vivencia» y que le considera «ajeno a las habituales clasificaciones generacionales», y «de hondura inigualable». No en vano se impuso en la reñida votación final a Blanca Varela y Francisco Brines. El jurado lo ha presidido Yago Pico de Coaña, presidente de Patrimonio, y lo forman Juan Gelman, José Saramago, Josefina Aldecoa, Humberto López Morales, Santiago Castelo, Enrique Battaner y Anna Caballé, entre otros.

Estamos en una estación y la poesía parece un paso a nivel, intenso e inesperado, cuyas vías no sabemos dónde llevan. Y las palabras son traviesas. El caso es que ganó Gamoneda, aunque es poeta del olvido y la pérdida, cuando venía a Madrid a acompañar a Gelman, premiado el año anterior, en la entrega del galardón y en el recital junto a Caballero Bonald y a Boccanera. Ahora asume el premio con alegría pero sin excitación, según confiesa mientras la megafonía anuncia un tren, tal vez poético, que salió de Tres Cantos.

Chamartín es un hervidero de idas y venidas a esa hora de la tarde. Cada uno, con sus maletas o con sus pensamientos, busca un destino. Nosotros buscamos un lugar donde sentarnos y conversar. Gamoneda nos comenta que piensa recitar en Palacio versos del último libro, dedicado a su nieta Cecilia, «lo he elegido porque lo quiero especialmente. Es el último y, además, es el más delgado».

—¿Ligero de equipaje?
—Sí, sí, claro. Ligero de equipaje.

«Cecilia» (incluido en «Esta luz» Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg) es un libro en el que la mirada del viejo poeta se asombra con la vida recién llegada: «Bajo los sauces/ yo te llevo en mis brazos y te siento vivir./ Después salimos a la luz y, por primera vez,/ tú ves el cielo y lo señalas y lo nombras./ Es verdad, en el extremo de tus manos,/ el cielo es grande y azul».

—El premio le permite hacer balance: ¿cómo ve desde aquí su obra?
—Mi obra podría ser mejor, y soy muy crítico con mi poesía de juventud, en particular. Ahora creo que no me queda ya mucho tiempo, soy mayorcito, pero es que incluso la poesía nos abandona y nos quedamos sin ella. No me quedarán muchos libros por escribir.

—¿Qué escribe estos días?
—Hace cuatro o cinco meses que no escribo ni un solo poema. Estoy con mis memorias de infancia, que en la primera entrega llegarán hasta los 14 años.

—¿Por qué hay una palabra poética?
—La palabra poética cogida de la mano del pensamiento poético es una palabra anormal, una palabra que no es de carácter informativo, ni descriptivo, sino de creación y de revelación, incluso, de lo que el poeta sabe, aunque no sabe que lo sabe.

—Se dice que con los años su estilo ha llegado a una gran desnudez.
—No me preocupa el estilo y no me paro a pensar si estoy en la sencillez o, como algunos me reprochan, en una actitud hermética. Mi escritura es una forma de necesidad y se plantea sin que yo la programe, se programa solita.

—¿Por qué algunos dictaminan sobre lo que es la poesía y lo que no?
—Quizá porque desconocen la verdadera causa y finalidad de la poesía y entienden que se trata sólo de palabra ornamentada. ¡No! Su causa y finalidad es la creación de un placer y, aun cuando se refiera a realidades conocidas, un valor al que acompaña algo que se desconoce y se revela.

—Si se encontrase hoy con el Gamoneda de 18 años, ¿le aconsejaría?
—No le daría ningún consejo. Todos tenemos que atravesar el terreno del error, que puede durar incluso hasta la propia actualidad. Es que vivimos sobre el error, y ya Juan de Yepes habló de un «no saber». De ahí deberíamos sacar algunas conclusiones.


A sí mismo no, pero a Cecilia, su nieta, le dijo ayer en voz alta como un palacio: «Con tu lengua atravesada por una ignorancia luminosa hablas de una flor invisible. Hablas de ti misma./ Nunca tuve en mis manos/ una flor invisible.»

19 de abril de 2006

más cummings equinoccial...

1.-

since feeling is first
who pays any atention
to the syntax of things
will never wholly kiss you;

wholly to be a fool
while Spring is in the world

my blood approves,
and kisses are a better fate
than wisdom
lady i swear by all flowers. Don't cry
-the best gesture of my brain is less than
your eyelids' flutter wich says

we are for each other:then
laugh,leaning back in my arms
for life's not a paragraph

An death i think is no parenthesis

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1.-

ya que sentir es lo primero
quien le preste atención
a la sintaxis de las cosas
nunca te besará de la cabeza a los pies;

de la cabeza a los pies loco
ahora que es Primavera en el mundo

mi sangre aprueba,
los besos son mejor destino
que la sabiduría
señora lo juro por todas las flores. No te lamentes
-el destello más brillante de mi cerebro es menos
que el aleteo de tus párpados que dicen

que somos el uno para el otro: por eso
ríe, acurrucada en mis brazos
porque la vida no es un párrafo

Ni creo que la muerte un paréntesis

e. e. cummings

(versión propia)
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2.-

who knows if the moon's
a balloon, coming out of a keen city
in the sky -filled with pretty people?
(and if you and i should

get into it, if they
should take me and take you into their balloon,
why then
we'd go up higher with all the pretty people

than houses and steeples and clouds:
go sailing
away and away sailing into a keen
city which nobody's never visited, where

always
it's
Spring) and everyone's
in love an flowers pick themselves

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2.-
¿quién sabe si es la luna
un globo que ha venido desde una ciudad linda
que hay en el cielo -llena de gente simpática?
(y si tú y yo pudiéramos

subir en él, si ellos
nos llevasen a ti y a mí en su globo,
entonces
iríamos más alto con toda aquella gente

que las casas las torres y las nubes:
navegando
lejos lejos navegando hasta la linda
ciudad que nadie ha visto, en la que
siempre
es
Abril) y todo el mundo
ama y las flores se cogen ellas mismas.

e. e. cummings

(versión propia)

15 de abril de 2006

primavera de cummings

1-

Spring is like a perhaps hand
(which comes carefully
out of Nowhere) arranging
a window, into which
people look (while
people stare
arranging and changing placing
carefully there a strange
thing and a known thing here) and

changing everything carefully

spring is like a perhaps
Hand in a window
(carefully to
and fro moving New and
Old things, while
people stare carefully
moving a perhaps
fraction of flower here placing
an inch of air there) and

without breaking anything.

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1-

La primavera es como quizá una mano
(que surge con mimo
desde algún Ningunsitio) que arregla
una ventana, a través de la cual
todos contemplan (mientras
los deja atónitos
ordena y cambia ubicando
minuciosamente allí algo extraño
y aquí lo otro conocido) y

todo lo cambia con tanto cuidado

primavera es quizá
la Mano en la ventana
(que pulcramente viene
y va mudando Nuevas
y Viejas cosas, mientras
nos deja atónitos, con tanto cuidado
mudando algún quizá
pedazo de una rosa aquí o allí
ubicando un centímetro de aire) y

nunca rompe nada.

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(versión propia)

13 de abril de 2006

¿Quién quiere "Guernica"?

La presión política del nacionalismo vuelve a perseguir a uno de los cuadros más simbólicos de nuestra guerra civil: el "Guernica". Cuando se inauguraba el Guggenheim de Bilbao ya solicitaron en préstamo la obra y ahora que nos acercamos a los 70 años del bombardeo de la localidad vizcaína, el gobierno vasco ha encontrado la excusa perfecta para volver a pedirlo. He aquí el antídoto. Además, como un nuevo marco para el cuadro, la tregua verificanda.

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ANÉCDOTA
Los nacionalistas no querían encargar a Picasso el cuadro. José María Ucelay, su hombre de confianza en la Exposición Universal de París de 1937, no tenía al malagueño en gran estima, influido por el surrealismo y porque eso del toro semejaba más una visión sureña de la guerra civil que algo propio de la pretendida patria vasca. Hace pocos días, Iñaki Esteban explicaba en El Correo lo siguiente:

El genio malagueño y los nacionalistas nunca hicieron buenas migas. El pintor invitó al líder del PNV Manuel de Irujo a que visitara su estudio mientras avanzaba en el cuadro. Pero el político no acudió y Picasso se lo tomó a mal. En la inauguración oficial del pabellón y a preguntas de los asistentes, el pintor explicó delante del lehendakari Aguirre por qué las manos del cuadro tenían seis dedos: «Son seis, porque con cinco no salen dos pares de pelotas y dos penes». Años después, Ucelay resaltaba los «elementos pornográficos» que había en el cuadro y en una entrevista que concedió a un periódico de Bilbao en enero de 1978, zanjaba: «(Picasso) no tiene sentido de la composición. Ha sido un pretexto que le dio Juan Larrea para que llenara una superficie de 7x3 metros de elementos pornográficos, cagándose en Gernika, en Euskadi, en todo»
.

EL INFORME
Ha quedado demostrado científicamente que el cuadro está muy dañado por los más de treinta viajes realizados -es un cuadro de gran poder propagandístico- y para cada uno de los acarreos sufrió un verdadero tormento: fue desenclavado, enrollado, vuelto a desenrollar, tensar y clavar. Científicos de todo el mundo aceptaron las conclusiones del "informe Sedano", de 1997, y apoyaron, con la excepción del señor Stefan Michalski, del Canadian Conservation Institute -empresa dedicada al traslado internacional de obras, conviene aclarar- la decisión de no volver a permitir viajar al "Guernica". Pero tanto Coddington (del MoMA) como los propios enviados del Guggenheim a la presentación oficial del informe en enero de 1998 fueron convencidos por los argumentos científicos y así se lo expresaron al equipo de restauradores y conservadores del CARS. Por eso llama la atención que el director del museo bilbaíno diga hoy en la prensa que Coddington estaba de acuerdo con nuevos préstamos de la obra de Picasco. No fue así.

Se apoya Vidarte en un informe americano de los años noventa, en el que se apoyó la solicitud de préstamo. Era el que traían los enviados americanos y estaba hecho de oídas, sin analizar el cuadro, sólo recopilando información. Pero también se apoya el gerente bilbaíno en el préstamo de la Dama de Elche. Y ahí tiene razón, ¿cómo un Ministerio puede negar el préstamo del "Guernica" y sí ceder ante la Dama, cuando los dos fueron denegados por razones técnicas solventes hace años? Tal vez habrá que explicar al detalle el cambio de criterio en el caso de la escultura ilicitana. Porque la mera sospecha de que los informes puedan re-redactarse, no dejará lugar al respeto por las decisiones basadas en criterios técnicos. ¿Y si eso se ha hecho con la Dama ibera por el compromiso electoral de Zapatero de llevar el busto a su pueblo?.

Pero, atentos: el que lo tiene muy, muy claro, afortunadamente, es el crítico del País, Francisco Calvo Serraller:

Desde un punto de vista museológico, una obra como el "Guernica" no se presta nunca, aunque su estado de conservación fuera aceptable. No se hace con las obras maestras que constituyen hitos en una colección, porque mucha gente acude para contemplarlas donde están, y más aún cuando poseen una significación especial, sea histórica, simbólica o social.

Eso dice al finalizar su artículo de hoy. Y está muy bien dicho, porque es una opinión bien fundada y extendida entre los expertos del mundo del arte. Lástima que la seriedad de su planteamiento quede anulada por su propia conducta: él ha solicitado al Prado -y ha presionado lo indecible para que se le conceda, como director que fue de la pinacoteca- el préstamo de Los Fusilamientos de Goya. Y, claro, se le ha concedido. Si yo fuese el actual director del Prado -líbreme Dios de tanta responsabilidad- hoy subrayaría el citado párrafo de su artículo y se lo enviaría acompañado de la negativa de mover el gran Goya, que está en un estado casi tan preocupante como el "Guernica". Y lo quiere sacar del Prado para mostrarlo en el vecino CARS -precisamente, corre los riesgos sólo para cruzar una calle-. Pero aquí cada uno cuenta la feria, o la batalla de los préstamos, dependiendo de cómo le va en ella. Pidamos árnica, para el pobre "Guernica". Le va a hacer falta, porque se ha abierto la veda...

12 de abril de 2006

Ipodpótamo

*Dicesé del dispositivo de mp3 con más de 60 gigas de capacidad
*(en mp3 de música clásica: opera grossa)
*Gordo que escucha música bajo el agua Posted by Picasa

10 de abril de 2006

Sicut dolor meus

Eh, vosotros, los del camino,
atended, mirad
si hay un dolor semejante al mío.
Atended, gentes del mundo, y mirad este dolor.
Si hay un dolor semejante al mío.

(Lm. 1, 12- responsorio de tinieblas)


El Museo del Prado vuelve a exponer en sus salas la Crucifixión o Calvario de Juan de Flandes, una de las mejores compras de los últimos años que, singularmente, vino a cubrir una laguna de su colección, puesto que los cuadros del autor que el Prado tenía no son comparables ni en calidad ni en importancia, según admiten los expertos. Ahora a sido restaurado y muestra su esplendor.


La oportunidad de verlo el pasado viernes en el taller de Restauración, junto a Clara Quintanilla y Pilar Silva -responsable de la restauración y conservadora-jefa del Departamento de pintura flamenca, respectivamente-, fue uno de los más emocionantes encuentros con una obra que recuerdo. Con sus explicaciones llenas de entusiasmo ante los detalles de la obra, el cielo y el paisaje maravillosos, llenos de misterio, son como los de aquel pequeño Mantegna también del Prado que una vez tuve la suerte de apreciar gracias a las explicaciones de Cristino de Vera. El entusiasmo es una guía perfecta para la sensibilidad. La educación estética tiene mucho de felicidad contagiosa. Cuanto más miramos las obras así recibidas, más nos interrogan. Las veladuras con que fueron concebidos estos paisajes hacen visible la luz, encarnan un esplendor que, tal vez vivo, tal vez imaginado, anidó en la mirada y que, siglos después, aún late.

Se hacen reales los paisajes, a medida que se contemplan. Nos meten dentro de la pintura, como si nuestro espíritu no fuese más que otra aguada veladura gracias a la cual pudiéramos aclararnos con todo. El espíritu también está hecho de paisajes, y puede identificarse con ellos, porque se aquieta como lago, se abisma o acantila en la mirada o la pesadumbre, se enerva abrupto a veces y se deja mecer como un trigal ¿de Millet? En la mayor lejanía se azula, se borra, como nosotros al fin.

Ser capaces de aclararnos. La obra nos transfiere no sólo su valor icónico, el Calvario, la muerte, la de Cristo. Es también bálsmo para nosotros. El hombre y la divinidad mezclan sus pigmentos en estos lienzos fabulosos, en la mirada al mundo de un artista maduro, rico en peripecias y tal vez cansado; un hombre que se acaba, pero capaz de sintetizar con la pericia -esa malicia de herramienta usada que adquieren el pintor y el pincel- muchas cosas sumergidas en los limos de su viejo corazón. Por eso están los pájaros, los troncos cortados, y las mil meticulosidades flamencas en este cuadro monumental y castellano. Ponen acento a nuestros pensamientos.

Conviene limpiarse bien los ojos después de contemplarlo, al salir de nuevo al mundo, para ver las cosas brillar en esa luz que, en el fondo, es lúcida y real. No es fácil renunciar a separar un ápice las visiones y el mundo. Sólo existe realismo, como decía y pintaba Dix; como dijo o filmaba Dreyer; o como escribían lejanos Lezama y Pla.

Hoy precisamente presentan el libro del catalán con sus crónicas parlamentarias de la II República, el mismo día que se presenta el Calvario del pintor de la reina Católica. Qué coincidencia, ¿qué tendrán que ver?. Veladura tras veladura, uno acaba aprendiendo a intuirse en el paisaje, a conocerlo y hasta a imaginarlo. Lo veremos.

Recuerdo que leí que un franciscano, hijo de esta luz, sin duda, le dijo a Ezra Pound cuando vino a España a preparar su tesis sobre Lope de Vega aquello, que seguramente Pla suscribiría, de que "aquí hay muy poca religión y mucho catolicismo".

Así que a seguir soñando con el realismo, si es posible.



Fotos: cortesía del Museo del Prado

5 de abril de 2006

No hay ketchup

Sólo un brindis por uno de tantos lugares. De mi última escapada barcelonesa, en una de las bandas de la Boquería, un pequeño descanso con buena comida y vino (sonrisa incluida en el muy asequible precio del menú). Un puñado de franceses salidos de una película. Y aquel cartel que anuncia lo que no hay -ni habrá-. Lo dicen como defensa de un modo de tomarse las cosas, aunque algún tonto pueda leerlo políticamente como resistencia a la aculturación anglosajona. It is la vianda y no la política, stupid. Sencillamente. La salsa la prefieren casera, y promueven el vino como forma de mirar el mundo. Y lo cierto es que resulta acogedor, a pesar de ser turístico. Pero en qué película salían....Posted by Picasa

3 de abril de 2006

Pan de
almendra

En un alemán alimenticio, mandelbrot significa pan de almendra. Pero para las matemáticas Mandelbrot es el padre de los fractales, esas ecuaciones que revelan, o al menos se acomodan, al secreto orden de la naturaleza.

Posted by Picasa (En esta imagen tomada de la wikipedia puede contemplarse una de las últimas figuraciones que los científicos han arrancado del conjunto de Mandelbrot, una música extraña de números y letras, pintada con luz lunar que para algunos hasta recuerda al Buda y que resulta fascinante.) La luna con su polisón de nardos -la luna que era el espejo del armario para nuestros abuelos- y el pan de almendra.

Los ciclos o los ritmos en los que todo -y el azar- danza para bien y para mal han sido desde antiguo detectados, tal vez con más inspiración que precisión, por viejas sabidurías que, más en oriente que por estos lares, quisieron armonizar nuestros pasos con el mundo. La armonía del hombre con el mundo es la analogía imposible, y los sabios estuvieron atentos a ese repetirse en las fracciones, en las proporciones a golpe de intuición que el rayo timonea, en medio de la lenta inclinación de todo hacia la nada...

No es fácil comprender por qué en estas ecuaciones el número, la geometría, le tira los tejos a la realidad con ese desparpajo. Hagamos una ofrenda humilde de pan de almendra. El niño la mira mira, el niño la está mirando. Un fractal dibuja la ola, la comprende; pero el número en sí no suena como el mar y rompe sólo en la playa de esa especie de "radiografía". Aunque tal vez sirva para recrear la ola en un entorno virtual...

Más acá -más allá- de cualquier afán esotérico, la fantasmagórica imagen que acompaña este texto es pura desolación. Idéntica a la que los científicos descubren en los límites de la física por arriba y por abajo, micro y macro cósmica. Frontera de un misterio, pero con algo de desolación. También lo desconocido nos alimenta:"Come pan, niño". Sin luna, pan de almendra.

Y, como tú, tengo mi corazón, incendiado en las horas amarillas, y tengo, como tú, un Tajo en el corazón buscando su Mar de Paja, la desembocadura. O recuerdo la ola en medio de la luna, aquellas imperfecciones en espejo infantil que duplicaba la alcoba y que aún nos mecen y hacen dudar de la realidad. Intrigados, mirábamos nuestra cara deformarse levemente con aquellas olas de luna, de luz, soñando con un otro lado del espejo. Al cabo de los años, "el pájaro sutil del aire" incuba las cenizas -dijo Valente- y no canta para nosotros. No amanece el cantor, pero resuena la canción. Misterioso pan, alba de mandorlas, amén.

Levantemos el vuelo -hay que vivir- y haremos una cortés reverencia a los fractales.
Levantemos el vuelo -hay que morir- como pájaros cansados, que dejaron sin comer aun unas migas... Mandelbrot

30 de marzo de 2006

Rusia en el Guggenheim: unos ejemplos a modo de matriuska

Andrei Rublev pintó este profeta en los años finales del siglo XIV, un icono lleno de serenidad y humanidad que puede verse ahora en el museo Guggenheim de Bilbao en la exposición sobre ochocientos años de la historia del arte ruso que demuestra, una vez más, las raíces espirituales de nuestra cultura. Rublev, inmortalizado en la película de Tarkovski como el Artista, mezclaba su vida y su pensamiento en sus témperas monacales y puso en pie la nueva visión del mundo que Rusia aportaría a la humanidad. No está tan lejos de nosotros.

Estalla la Primera Guerra Mundial y su efecto devastador hiere a Rusia. Kuzma Petrov-Vodkin quiere pintar una imagen atemporal de la belleza y el poder femeninos y mira a su tradición, a los iconos, pero con lenguaje moderno. La tradición cristiana llama a esta imagen de la Virgen en ademán conciliatorio "Madre de Dios de la Ternura hacia los Corazones Pecadores".



Mientras el Turco luchaba en los Balcanes, Rusia atacaba a los otomanos en el norte. Vereschagin, herido gravemente en esa guerra, pinta una escena de la que fue testigo: un regimiento al completo pereció en un ataque -erróneo como se ve- en campo abierto. Esta imagen del funeral absurdo en un campo sembrado de cadáveres desnudos que apenas aparecen entre las yerbas molestó al poder del zar. Alegato antibélico de 1878, que por entonces vivir valía poco. Pero ya no hay sombras, solamente fuimos luz y somos viento un día y desde entonces.


En la piedra está escrito: "Si sigues adelante no sobrevivirás; nadie puede pasar, ni a pie, ni a caballo, ni volando". El pintor Vasnetsov representa al melancólico caballero "frente a un camino recto", aunque titula el cuadro como "Guerrero en la encrucijada". Los cuentos y epopeyas populares rusas nos ponen ante la inmensidad de la estepa, del yermo del presente, como eran por entonces las pérdidas terribles de la guerra ruso turca de 1877-78 y el agravamiento de una situación indefensa y humillante del pueblo bajo el estado zarista.
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Cuatro siglos nos contemplan, entre esta cabeza de Salvador del XVI y la cabeza de campesino de Malevich, en plena efervescencia de las vanguardias del XX. Así es el diálogo del creador con su pasado, que lo conoce y lo actualiza como algo vivo. Cristo es hijo de carpintero al fin y al cabo, ¿no? así que no nos extrañemos por tantas similitudes. Quien haya de salvarnos algún día -de qué, de quién, quizá de nosotros mismos- tal vez tenga un rostro distinto, pero representa lo mismo.


Está claro que Robert Capa captó en Cerro Muriano un gesto de la muerte que han repetido en la historia de los hombres millones y millones de soldados, como este ruso blanco en Samarcanda, que acaba de recibir el impacto de una bala en el costado, ha dejado caér su fusil y se encamina en sus últimas zancadas a la muerte. Miliciano el español, zarista el ruso que ha combatido al otomano, la guerra es un espejo en el que los hombres se miran y se muestran lo mejor y lo peor de lo que son capaces. Una vez más Vereschagin, que realizó el lienzo a partir de un boceto tomado en el frente, sabe de lo que habla perfectamente, y por eso lo cuenta. El dolor, la iniquidad, el infinito vacío sin sentido a unos pasos de la muerte.

Estas dos personas que se han encontrado vienen por caminos tan dispares que parecen dos seres de diferente planeta. Sólo les falta la escafandra. El caminante de Giacometti pasea en su delgadez la tradición del arte moderno que algunos dirán que arranca en la pintura rupestre, pero que corre sobre todo durante el siglo XX por las venas de las vanguardias, el simbolismo, la libertad expresiva y la investigación de los límites. Don (Lenin) Vladimir Ilitch Ulianov procede de otro centro de poder con menos misterio que las cavernas y sus cazas ancestrales, pero con una idea clara de dominio sobre la realidad, aunque la realidad sean los otros y se resista. Al final, los muros caen y quien caminaba se halla por fin frente a quien esperaba plantado a que la historia acabara dándole la razón. Ni lo uno ni lo otro. Y si hay algo que esta escultura de Sokov demuestra, antes de que la línea recta no es el camino más recto entre dos puntos, es que la sonrisa nos hace inteligentes. Así que reímos más de lo que pensamos.

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27 de marzo de 2006

Los claustros

Quedan como en un sueño, como pájaros reflejados en la superficie de un lago tranquilo. Días pasados, imágenes, lugares, caminantes, todos dibujan círculos en la débil memoria. La misma débil memoria ilumina el claustro donde nuestro recuerdo rumia en círculo sus pensamientos, y en el centro alguna fuente canta el agua -el sonido- y nos inventa: ("prision and palace and reverberation/ of thunder of spring over distant mountains") y así en cada latido.

-La literatura ocurre sólo entre almas cercanas, (almas que recerca y acerca) entre miradas próximas al mundo; la literatura es también amistad junto a una fuente semejante: la de la memoria prójima.

Delante de una hoguera, por otra parte, la soledad pregunta hacia lo alto con torres y círculos de humo, y se disuelve en los anillos y crepitaciones que brotan de las llamas. Será esta vida que llevamos, deshecha en polvo de luz, toda ascuas de lo que miramos sin ver -y oímos sin escuchar-, otras cosas, otras vidas que, como la hoguera, son y nos invitan.

La amistad también es llama. Y nos cae desde lo alto, como un pentecostés, como la glosolalia, pura expresión, inteligencia sin porqué, inmerecida rosa de la lengua.

Somos claustros, oscuros; seres de ramas buscando luz, sostenidos por la sombra, desde la raíz. Y qué amistad la del agua que nos canta. Y qué sed circunda la memoria, infinita, la sitia. Posted by Picasa

12 de marzo de 2006

Deshielo...

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A
Robert Desnos lo rescataron moribundo de los campos de concentración. Y tiempo después se publicó su último poema. Vale la pena leerlo este marzo con ecos de bombas y desmemoria, pistas falsas y desmentidos miserables, de políticos regurgitando a babor y a estribor y sobre todo del olvido de lo único importante.
Los poetas no pueden renunciar al mundo, a cuestionar y reflexionar sobre el mundo. No hay nada más crítico que la mirada a la tradición. Para todos nosotros, para que no olvidemos a todas las víctimas: sea esta rama de la fotografía, ayer en el parque de suances, sólo eso, mirada a la tradición

1. Le dernier poème

J'ai rêvé tellement fort de toi,
J'ai tellement marché, tellement parlé,
Tellement aimé ton ombre,
Qu'il ne me reste plus rien de toi,
Il me reste d'être l'ombre parmi les ombres
D'être cent fois plus ombre que l'ombre
D'être l'ombre qui viendra et reviendra
dans ta vie ensoleillée.
---------

1. Último poema

Con tanta fuerza he soñado contigo,
y he caminado tanto, hablado tanto,
he amado tanto tu sombra,
que nada tangible me queda de ti.
O me queda ser la sombra entre las sombras,
ser cien veces más sombrío que la sombra,
ser la sombra que vendrá y habitará
tu vida llena de sol.


(versión propia)


1. The Last Poem

I have dreamed of you so much
You are no longer real.
Is there still time for me to touch
Your breathing body,
To kiss your mouth
And make your voice come alive again?
I have dreamed of you so much
There's no more time for me to wake up.
I have dreamed of you so much,
Have walked so much, talked so much,
Slept so much with your phantom,
The only thing left for me
Is to become a phantom among phantoms,
A shadow a hundred times more shadow
Than the shadow that moves and goes on moving,
Brightly, over the sundial of your life.
--------

Versión inglesa de Paul Auster, cantada por su hija Sophie. Vale la pena escucharla.

Vocals: Sophie Auster. Drums, bass, acoustic guitar, electric guitar, vibraphone, piano, Hammond B-3, claviola, and backing vocals: Joshua Camp and Michael Hearst. Trumpet: Hank Bones.

7 de marzo de 2006

A todo sí

Otto Dix: Tríptico "La guerra" Posted by Picasa
Alguien, muy cerca del corazón, muy pronto, me lo dijo. Desde las cimas de la plenitud, de aquel entusiasmo, con los ojos radiantes del primer amor (qué lejos se veían las tormentas que, a buen seguro, la vida arrastraría hasta nosotros inexorablemente y que allí mismo invocábamos).

La inteligencia fue compartir ese oscuro cristal del pensamiento, con la mirada un poco acuosa, frente a frente, cuando lo dijimos: "A todo sí". Era una promesa ciega, era un conjuro que nacía bajo la piel, por entonces aún más sabia que nosotros. Era agridulce mirar hacia la tarde y desear que el viento no nos borrase aquella intensidad. Y qué dolor el de aquella alegría.

Era la vida y había que vivirla, finalmente, por los caminos que a nuestros pies llegasen, fuesen fáciles o angostos, rectos o laberínticos. A todo sí. No renunciar a vivir, no esconderse -ni exponerse de manera idiota- pero desde el amor, a la vida, sí; a todo, sí. El corazón tiene razones, y locuras, que la razón no alcanza -hasta más tarde.

Tiempo después -"el tiempo pasará"- encuentro esa misma frase fiel a la vida entre las palabras de Otto Dix. “Hay que ser capaz de decir sí, sí a las manifestaciones humanas, que están ahí y lo estarán siempre”, decía el pintor "degenerado" según los nazis. De este modo justificaba su intención de seguir pintando lo que sus ojos veían, de darnos testimonio veraz de un tiempo y sus desgracias. Hay guerras y habrá que pintarlas, fotografiarlas, contarlas; hay miseria en los hombres y en los discursos y no deberemos callar nunca, dejar de dar nuestro testimonio. Nos magnifica más ese gesto que cualquier arenga, esa fidelidad que cualquier mudanza.

A todo sí. Por eso los nazis le llamaban "degenerado", porque no dejaba de pintar tullidos en lugar de héroes de guerra, y en las trincheras retrataba -naturaleza muerta en sentido literal- los cuerpos amontonados en el fango y la sangre en vez de los uniformes inconsútiles de la gloria. Raptos antiguos como el hombre que hoy nos concitan, con nuestras guerras, nuestras hambrunas, nuestras miserias ocultas bajo la alfombra voladora de la opulencia. Están ahí, asedian nuestra conciencia negligente, los debates de la libertad, de la censura de imágenes bélicas, de los umbrales de la tolerancia... No debemos olvidar que lo que existe no deja de existir por no mirarlo. Qué infantil.

A todo sí es un enunciado liberador, de asunción instantánea de la realidad, sin una huida selectiva de sus sombras. Frente a quienes pudieran ver en esta postura una aceptación claudicante ante la persistencia de los males del mundo, creo que hablamos justo de lo contrario. Quien niega un mal que existe, puede ocultárselo precariamente, muy poco tiempo, antes de ser engullido por él. Quien lo afronta y lo acepta como parte de la carrera de obstáculos tiene más oportunidades para solventarlo. Sería muy largo extenderme por las implicaciones filosóficas y políticas -no limitadas a España- de esta postura que, por otra parte, saltarán a la vista del buen entendedor.

Otra cosa es que quien acepta la realidad se quede inane frente a ella. A todo sí es un acicate para la acción, pero también para la lúcida humildad de quienes somos hombres y estamos de paso. Como Dix, dibujando en nuestra lóbrega trinchera, o en el sombrío exilio interior del lago Constanza. Y no quiero alejarme del corazón, de este corazón, que sigue siendo fiel a aquel latido de la adolescencia. A todo sí.

"Tú lo dijiste: pasará el tiempo.
Mas no ha sido cierto el olvido.
El que mira romper las olas sobre
el espigón no sabe cuál de ellas
más alta llegará. En el recuerdo
quedan rostros; los nombres perduran,
los borra el tiempo. Leo la carta.
Veo tu mano cuando la escribía,
los ojos seguidores de las letras.
Y tú estás conmigo nuevamente.
Es el tiempo que pasa; lo dijiste"

Alfonso López Gradolí