10 de julio de 2006

Musa y variaciones

poetic unreason

Algunos escritores son exploradores. No desfilan como modelos morales ni sociales por el mundo. Están ahí, y dejan huellas para llamar nuestra atención. Invocan nuestra libertad de conciencia, sobre todo de conciencia, nos azuzan. Pero la libertad es nuestra, para explorar o no, con ellos o sin ellos de la mano.

Quién puede juzgar, extraliterariamente, los infiernos que habitaron, nos legaron o heredaron. A veces parecemos estúpidamente convencidos de que vivimos en un entorno controlado. Y el error no puede ser más grande.

¿Cuántos podrían protagonizar su propia pesadilla? ¿Cuántos acaban felices después de tantos tumbos? ¿Cuántos caen en manos de jóvenes viudas profesionales, atolondrados y flébiles ancianos, y son acaso por ello menos valiosos sus libros?

Cuantos mienten y engañan, lo hacen primero a sí mismos. ¿Es un lector dominical, por ejemplo, moralmente capaz de juzgar más allá de su libertad de exploración/ expresión? Amores otoñales, si Serrat los cantaba en Tío Alberto.

Y no sabemos lo que callan en proporción con lo que escriben, lo que ocultan en proporción con lo que muestran, lo que olvidan en proporción con lo que rememoran o inventan.

Como escribió mi amigo Gradolí: No conoces a un hombre, le miras solamente.

Está de moda analizar la salubridad política o sentimental de los escritores, no sólo por el dominical que, hace ya semanas me indignó tanto como para escribir esta entrada. Porque no trataba de conocer las tormentosas relaciones del poeta de Deià con quienfuese, ni de indagar bibliográficamente sus historias. Sólo se quedaba en el cotilleo de quién y a quién le compró qué casa...

Quien se adentra en una obra de arte lo hace a su propio riesgo, gustaba decir Wilde en el prólogo de Dorian Gray. Para leer un poema no es necesario mirar el IRPF de su autor, ni de su musa.

Está de moda juzgarlos como si fuéramos a votarlos para dirigir nuestras finanzas públicas. Y no, los leemos porque nos espolean, porque nos invitan a entrar literariamente donde no entraríamos de otro modo, tal vez. Los leemos porque tienen para nosotros mensajes cifrados desde algún lugar de difícil acceso, de vivencias inéditas o tierras ignotas. ¿Exigiríamos a Cervantes no ser prófugo? ¿A Byron no ser mujeriego? ¿A Sade no haber ni catado nada de lo que nos cuenta?

Mensaje en una botella

No se puede mostrar la imagen “http://www.elcaboafondo.com/isleta_del_moro1.jpg” porque contiene errores.
Isleta del Moro (Almería), lugar donde encontré la botella con el siguiente mensaje

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El órgano del tiempo, el órgano humano que contacta, siente y cuenta el tiempo no es la mente, sino el corazón. Su tíctac lo revela, aunque sólo a través de la mente queremos imaginarlo, diseñarlo, conformarlo, comprender su esquema.

Pero es el corazón la puerta de las horas, la ventana a los minutos, la ruta por el desierto del tiempo.

¿El tiempo, desierto?
La vivencia se concreta en tierra seca, es intensa en sí y lo abrasa todo. Es pedregal, parece duna fósil, o una rambla seca, con la cigarra.

La memoria es quien pone la humedad, es el torrente, que alimenta ese vergel, ese latido, que añadimos a lo que recordamos.

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Convertir el tiempo en una leyenda, en vino llegando a los labios. Como si ser fuese esa conciencia del tiempo como totalidad, llegar a ser, una larga y fantástica investigación.

Una rosa en el mar, una flor blanca
que se aleja.

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Mejor allí, perdida, que el pequeño naufragio del pétalo entre las hojas del libro.
Aquel libro, verdes hojas de aquel -tiempo- olvido.

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Ciudad donde arrojé la rosa al mar. No pude arrepentirme.
Allí entre las mismas palmeras, otra vez en la vida.
Años después, allí encontré aquella mirada intacta. El mar sabe de flores.

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El corazón sabe.
A sal.

6 de julio de 2006

La Casa de Graves en Deià



Imagen de la casa tomada en abril

Maravillosa, aunque breve, conversación mantenida con Guillermo Graves el otro día para publicar en ABC la noticia de la reapertura de la casa familiar en recuerdo de su padre Robert Graves: un lugar mágico de la historia cultural de España y del mundo. He aquí la crónica fiel de aquella conversación:

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Pareció que Robert Graves celebraba otro de sus cumpleaños. La gente se arremolinaba junto a su casa a las afueras de Deià, en la costa norteña de Mallorca. Buena parte del pueblo se acercó a beber a su salud e incluso se presentaron algunas estrellas de Hollywood. Así era antaño, cada 24 de julio, cuando Robert Graves abría su casa para celebrar su aniversario y los invitados podían compartir unos momentos con Ava Gardner o Alec Guiness. Pero, por mucho que se pareciera el ambiente de ayer, el motivo de la reunión era otro.

El presidente de Mallorca, Jaume Matas (que se llevó una bolsa, por cierto, de hortalizas del jardín /huerta familiar) y las estrellas hollywoodienses Michael Douglas y su esposa Catherine Zeta Johnes, presidieron, por así decir, el brillante acto social con el que se abrió la casa de Robert Graves, autor de «Yo, Claudio» y también de «La diosa blanca», escritor de «El vellocino de oro» y asimismo de «Adiós a todo eso», poeta entre los grandes del siglo XX y soldado en las dos guerras mundiales.

Después de meses de rehabilitación, la morada de Graves ha quedado como estaba en los años cincuenta. Su hijo Guillermo nos lo comenta, con ilusión no ajena al sentido del humor. Es cierto que hubo algunos discursos, pero asistimos, gracias a sus palabras, a la apertura de un centro de la cultura que ahora se ha recuperado. Los lectores, aquellos a quienes las obras de Graves, en verso o en prosa, conmovieron o cambiaron, tienen la posibilidad de asomarse a aquella intimidad un poco indómita que habitaba en la España de Franco, en una aldea agrícola aunque anticlerical, como él solía decir.

En el piso de abajo, relata Guillermo Graves, «todo ha quedado como en los años 40. Los mismos muebles y el mismo ambiente de cuando vivíamos allí». Están sus plumas, su tintero y las fundamentales tijeras, que en sus manos acuñaban el valor del corta y pega que hoy todos hemos asumido a través de la informática. Están su despacho y el comedor de entonces, alimento del cuerpo y del espíritu, y al lado se ha recuperado la cocina de carbón marca AGA, «el Rolls Royce de las cocinas».

También está la imprenta que trajeron con ayuda de T. E. Lawrence para fundar Season Press, editorial que vio el nacimiento de un puñado de poemarios allí mismo, junto con la factura de los aranceles de su importación. El jardín, según queda dicho, ha vuelto a florecer con árboles cuyos frutos el escritor recolectaba y luego mercadeaba.

Y en la planta de arriba la zona de exposición con sus primeras ediciones a la vista, con el fin de demostrar qué hay más allá de «Yo, Claudio», un autor de 144 publicaciones, el 60 por ciento de ellas en prosa. Allí también documentos históricos, la carta de Gertrud Stein comentada por Graves, otra de Churchill agradeciendo el envío de un libro, su discurso al aceptar ser hijo adoptivo de Deià, una conferencia de Cela, la carta de la Reina Isabel II de Inglaterra otorgándole una condecoración poética, misivas de Thatcher y otros políticos ofreciéndoles oropeles del poder que nunca aceptó...

Graves dio a Deià la carretera que baja serpenteando a la cala recogida y preciosa. Y, en 1963, tras cartearse con Manuel Fraga, y luchar contra la burocracia, logró que llegase la luz eléctrica. Por eso la apertura de su casa es, otra vez, un acontecimiento, para el pueblo, las islas, para todos nosotros.

----------------hasta aquí lo publicado

En abril, el pasado domingo de Resurrección, en la iglesia de Deià sonaba un fraterno y cálido canto gregoriano. La música era un verdadero imán para el espíritu de los curiosos que paseábamos junto al templo o para quienes buscábamos, para honrarle o saludarle, the Graves' grave, la tumba del escritor, en el pequeño cementerio de piedra blanca, a esa hora humedecido por una fina y temprana lluvia. Resonaba el cántico entre las piedras y resbalaba por las hojas hasta desaparecer en la transparencia.

Luego, por la tarde, bajando hacia la cala, el canto de las chicharras era un verdadero imán también para el espíritu de aquellos a quienes los árboles apenas lograban proteger de los rayos del sol. Música de sol y viento junto al mar. Turistas también, como paisaje inesquivable ya en las islas. Pero no importa, al horizonte, la música del mundo y honores a la Diosa Blanca.

Tantas palabras, mitos, historias, canciones idas con la brisa y vueltas a romper junto a la orilla incierta de aquello que creíamos fundado firmemente en este tiempo presente. Pero es ley que el presente se define y delimita por lo ausente. En realidad, nada nos pertenece. Y nuestro presente huye por ese mismo camino de las ausencias que alcanzamos a rozar pero que escapan como el agua entre las manos.

A veces, la mirada se nos queda así desnuda o perdida en el tiempo. Y es todo lo que tenemos.

Nueva vida para los
Rollos del Mar Muerto

Nueva vida para los Rollos del Mar Muerto
Un muro negro y una cúpula blanca (los hijos de la sombra luchan contra los hijos de la luz) coronan el edificio del Santuario del Libro, diseñado como una cueva (foto:Israel Museum)
En mitad de la tormenta que vive hoy Oriente Próximo, Jerusalén vuelve a mirarse en el pasado, esta vez buscando pistas para salir del conflicto. En pleno capitolio jerosolomitano, rodeado por los edificios oficiales, el Museo de Israel afronta unos años de obras de ampliación. Pero justo antes de empezar, uno de sus núcleos fundamentales, el Santuario del Libro, acaba de inaugurar una reforma que incluye un nuevo centro de investigación que quiere iluminar, con la Biblia -Libro de las tres religiones monoteístas- como testigo, un camino de entendimiento en la región.

La tenue luz de ese camino apenas nos llega entre tantos disparos, pero fulgura allí donde se custodian los famosos Rollos del Mar Muerto, que fueron hallados fortuitamente por un beduino en 1947 en el interior de una cueva. «Es uno de los más grandes hallazgos arqueológicos del siglo XX», nos comenta Adolfo Roitman, el conservador jefe del Santuario del Libro y máximo resposable de su conservación.
Roitman califica los cambios que aborda el Santuario del Libro como «una revolución conceptual. En estos días de tanto desencuentro entre oriente y occidente, incluso específicamente los días difíciles que estamos viviendo aquí en Israel, el mensaje es la posibilidad de ver un poco más allá de los nubarrones que nos envuelven y discriminar cuánto tenemos de común. El texto bíblico es fundacional para las tres religiones monoteístas y también es un texto en el que, aún hoy, hombres de buena voluntad de todo el mundo, no importa la raza, ni el sexo, pueden encontrar inspiración e incluso consuelo».

Los buenos deseos se traducen ya en un centro de informática y de estudios, financiado por la Fundación Dorot. La reforma incluye un nuevo acceso -junto al que se ha trasladado una espectacular maqueta de Jerusalén en el año 66 (la del Segundo Templo, el de Herodes) de casi mil metros cuadrados- y un auditorio. Además, el Santuario ha producido su primer filme, para tratar de explicar el mundo espiritual de los sectarios en el judaísmo del tiempo de Jesús.

Manuscritos fundamentales
Se llama Santuario del Libro porque se centra en la Biblia, a través de los Rollos y, en una cripta, atesora otras ediciones preciosas, como la Biblia de Aleppo, que tiene mil años y conserva el texto masorético, a partir del cual se interpreta la traducción del original, un códice que Maimónides llegó a utilizar en El Cairo para su versión.

La importancia de los Rollos radica, según explica Roitman, en que en ellos aparece «un estadio formativo del judaísmo del que nacerá la tradición rabínica histórica y también el cristianismo».

Resulta excepcional la enorme riqueza de géneros literarios que hay en los Rollos y, en ocasiones, la aparición de libros que nos eran antes absolutamente desconocidos. Fueron producidos por un grupo, no muy numeroso, una «comunidad», tal y como se define en los textos, que pudo albergar entre 40 y 150 miembros, pero que tendría gran influencia en su época por estar formada por rigurosos intelectuales, que nos han permitido realmente ver bajo nueva luz toda la época.

Roitman afirma con entusiasmo que «a estas alturas se han publicado todos los textos de los Rollos, ahora tratamos de entender aquel mundo y ver cómo encaja en la realidad que ya sabíamos». Pero, inmediatamente añade: «Como siempre, surgen más preguntas que las que el descubrimiento responde. Por eso, los trabajos de síntesis serán el gran desafío de la nueva generación de investigadores, para los que será muy útil el nuevo centro que inauguramos en el Santuario».

Fiables como los restos de dinosaurio

Para entendernos, el conservador jefe del Santuario nos explica que, por un lado, tenemos la tradición bíblica y, por otro, los materiales legados por la tradición rabínica, que suelen ser posteriores en varios siglos, ya que las copias que nos han llegado parten del siglo II de nuestra era. Ni siquiera las fuentes clásicas eran más fiables: «los escritos de Flavio Josefo nos llegaron no en su original sino a través de versiones realizadas por copistas cristianos muy posteriores. Lo mismo pasa con Filón de Alejandría, así como con lo que llamamos literatura apócrifa y pseudo epigráfica, formada por textos que en su mayoría no nos llegaron en su lengua original y son cientos de años posteriores a su redacción, lo cual no permite asegurar qué añadidos u omisiones han sufrido a lo largo de un periodo tan largo, ya que conceptos nuevos o ideologías pudieron infiltrarse en las copias con el pasar del tiempo», sintetiza Roitman.

Lo hallado en Qumrán es especial porque los documentos son de la época misma. «Es como si fueran restos de dinosaurios -añade el responsable del museo-, y forman un testimonio del mundo antiguo que no ha sufrido modificación alguna por hombres de épocas posteriores, lo que nos permite ubicarnos, como a través de un túnel del tiempo, en la complejidad del judaísmo de la época helenístico-romana, lo que los judíos llamamos la época del Segundo Templo.»

Roitman relata que los libros más populares en Qumrán fueron el de Isaías y un rollo con las reglas de la comunidad. Isaías fue muy importante para los primeros cristianos; de hecho, en su libro se pronuncia la mayoría de las profecías cristológico. Y era muy querido por grupos mesiánicos que creían vivir en el final de los tiempos.

Las reglas de la comunidad de Qumrán
Rollo de la comunidad (1QS) del se han encontrado 12 copias (Israel Museum)

El rollo de la comunidad es crítico y crucial para entender lo que acontecía en Qumrán. Las reglas describen el procesao de aceptación de un nuevo miembro, que duraba dos años, en los que era repetidamente sometido a examen. Al final del proceso sus bienes pasaban a la comunidad, detalle que se repetirá en los primeros cristianos (Hechos de los Apóstoles II, 42-44). También se describe su rigor en los castigos, desde reducciones de la ración de comida a la expulsión.

Solemos hablar de los esenios, pero esa palabra no aparece en ningún lugar de los Rollos, es un nombre legado por las fuentes clásicas. Pero hay pasajes del Nuevo Testamento donde Jesús se refiere a grupos parecidos al que nosotros conocemos. Por tanto la conclusión de este especialista es que sus ideas no pasaban desapercibidas en aquel entorno del cambio de era.

Llevaban una economía autárquica y aún se discute su orden social. Casi todos los investigadores aceptan que había un círculo amplio, un grupo que vivía en los campamentos, sus núcleos urbanos, y que llevaban una vida familiar. Hay documentos que describen los casamientos y otras actividades. Por el otro lado, había un núcleo central, pequeño y radical que dedicaba su vida exclusivamente al estudio, vida "monacal", que no se dará luego en el judaísmo y sí en el cristianismo.