30 de enero de 2010

Clint Eastwood, realidad y ficción


El amigo Clint ha sacado el poema de William Ernest Henley Invictus que Mandela usó como salvavidas espiritual durante sus duros años de encierro como texto inspirador de la victoria del equipo de rugby sudafricano en 1995. Aunque en esta película podemos decir que la cosa funciona -Clint es Clint y sabe lo que hace- me ha dado bastante que pensar esta licencia literalmente "literaria" que se ha otorgado el otrora duro director, porque los hechos no fueron realmente así.

Paréntesis. Invictus es una película esperanzadora. Da la impresión de que en sus últimos filmes Eastwood explora nuevas formas de búsqueda del sentido de la existencia, alejándose del fiero nihilismo al que nos tenía acostumbrado en títulos como Mistyc River. El mismo nihilismo que tal vez ya comenzaba a derretirse en Grand Torino con la inmolación de su protagonista.

Lo cierto es que, en Invictus, Clint nos da un cambiazo; porque lo que Mandela regaló en realidad al capitan de los Springboks fue una alocución de Teddy Roosevelt en la Sorbona de París, en 1910.

¿Su tema? La ciudadanía de los hombres libres que enarbolan su dignidad frente a la antigua metrópoli, el orgullo de los criollos americanos frente a los sabios y decantados modos de la vieja civilización europea. La ciudadanía, como empeño y no como teoría, en un tono muy propio de los cuadernos de Azaña, elogiando la acción consciente de sus limitaciones frente a la pureza de la coherencia intelectual, siempre irreal, la del crítico, la del pensador, la de un espectador; la ciudadanía como logro del esfuerzo y la agitada respiración y no como mero formalismo de sello y timbre. Porque el crítico es irreal e irracional de puro racional.

Puede parecer un poco hamletiano eso de cantar la acción mientras se abjura del poder real del pensamiento sin acción... words, words, words!

¡Pero qué gran discurso para la nación arcoíris! Mandela pudo haber necesitado poesía para sobrevivir en la cárcel, pero sabía perfectamente lo que tenía entre las manos en 1995. A mí me gusta más la realidad que la ficción, pero os pongo los dos textos para que vosotros decidáis, el poema de marras y un párrafo destacado del discurso de Roosevelt:


INVICTUS, BY W. E. HENLEY

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

-----------------------------------------------------------
THE MAN IN THE ARENA, BY T.ROOSEVELT
It is not the critic who counts; not the man who points out how the strong man stumbles, or where the doer of deeds could have done them better. The credit belongs to the man who is actually in the arena, whose face is marred by dust and sweat and blood; who strives valiantly; who errs, who comes short again and again, because there is no effort without error and shortcoming; but who does actually strive to do the deeds; who knows great enthusiasms, the great devotions; who spends himself in a worthy cause; who at the best knows in the end the triumph of high achievement, and who at the worst, if he fails, at least fails while daring greatly, so that his place shall never be with those cold and timid souls who neither know victory nor defeat.