En un alemán alimenticio, mandelbrot significa pan de almendra. Pero para las matemáticas Mandelbrot es el padre de los fractales, esas ecuaciones que revelan, o al menos se acomodan, al secreto orden de la naturaleza.
(En esta imagen tomada de la wikipedia puede contemplarse una de las últimas figuraciones que los científicos han arrancado del conjunto de Mandelbrot, una música extraña de números y letras, pintada con luz lunar que para algunos hasta recuerda al Buda y que resulta fascinante.) La luna con su polisón de nardos -la luna que era el espejo del armario para nuestros abuelos- y el pan de almendra.
Los ciclos o los ritmos en los que todo -y el azar- danza para bien y para mal han sido desde antiguo detectados, tal vez con más inspiración que precisión, por viejas sabidurías que, más en oriente que por estos lares, quisieron armonizar nuestros pasos con el mundo. La armonía del hombre con el mundo es la analogía imposible, y los sabios estuvieron atentos a ese repetirse en las fracciones, en las proporciones a golpe de intuición que el rayo timonea, en medio de la lenta inclinación de todo hacia la nada...
No es fácil comprender por qué en estas ecuaciones el número, la geometría, le tira los tejos a la realidad con ese desparpajo. Hagamos una ofrenda humilde de pan de almendra. El niño la mira mira, el niño la está mirando. Un fractal dibuja la ola, la comprende; pero el número en sí no suena como el mar y rompe sólo en la playa de esa especie de "radiografía". Aunque tal vez sirva para recrear la ola en un entorno virtual...
Más acá -más allá- de cualquier afán esotérico, la fantasmagórica imagen que acompaña este texto es pura desolación. Idéntica a la que los científicos descubren en los límites de la física por arriba y por abajo, micro y macro cósmica. Frontera de un misterio, pero con algo de desolación. También lo desconocido nos alimenta:"Come pan, niño". Sin luna, pan de almendra.
Y, como tú, tengo mi corazón, incendiado en las horas amarillas, y tengo, como tú, un Tajo en el corazón buscando su Mar de Paja, la desembocadura. O recuerdo la ola en medio de la luna, aquellas imperfecciones en espejo infantil que duplicaba la alcoba y que aún nos mecen y hacen dudar de la realidad. Intrigados, mirábamos nuestra cara deformarse levemente con aquellas olas de luna, de luz, soñando con un otro lado del espejo. Al cabo de los años, "el pájaro sutil del aire" incuba las cenizas -dijo Valente- y no canta para nosotros. No amanece el cantor, pero resuena la canción. Misterioso pan, alba de mandorlas, amén.
Levantemos el vuelo -hay que vivir- y haremos una cortés reverencia a los fractales.
Levantemos el vuelo -hay que morir- como pájaros cansados, que dejaron sin comer aun unas migas... Mandelbrot
No hay comentarios:
Publicar un comentario