En mitad de la tormenta que vive hoy Oriente Próximo, Jerusalén vuelve a mirarse en el pasado, esta vez buscando pistas para salir del conflicto. En pleno capitolio jerosolomitano, rodeado por los edificios oficiales, el Museo de Israel afronta unos años de obras de ampliación. Pero justo antes de empezar, uno de sus núcleos fundamentales, el Santuario del Libro, acaba de inaugurar una reforma que incluye un nuevo centro de investigación que quiere iluminar, con la Biblia -Libro de las tres religiones monoteístas- como testigo, un camino de entendimiento en la región.
La tenue luz de ese camino apenas nos llega entre tantos disparos, pero fulgura allí donde se custodian los famosos Rollos del Mar Muerto, que fueron hallados fortuitamente por un beduino en 1947 en el interior de una cueva. «Es uno de los más grandes hallazgos arqueológicos del siglo XX», nos comenta Adolfo Roitman, el conservador jefe del Santuario del Libro y máximo resposable de su conservación.
Roitman califica los cambios que aborda el Santuario del Libro como «una revolución conceptual. En estos días de tanto desencuentro entre oriente y occidente, incluso específicamente los días difíciles que estamos viviendo aquí en Israel, el mensaje es la posibilidad de ver un poco más allá de los nubarrones que nos envuelven y discriminar cuánto tenemos de común. El texto bíblico es fundacional para las tres religiones monoteístas y también es un texto en el que, aún hoy, hombres de buena voluntad de todo el mundo, no importa la raza, ni el sexo, pueden encontrar inspiración e incluso consuelo».
Los buenos deseos se traducen ya en un centro de informática y de estudios, financiado por la Fundación Dorot. La reforma incluye un nuevo acceso -junto al que se ha trasladado una espectacular maqueta de Jerusalén en el año 66 (la del Segundo Templo, el de Herodes) de casi mil metros cuadrados- y un auditorio. Además, el Santuario ha producido su primer filme, para tratar de explicar el mundo espiritual de los sectarios en el judaísmo del tiempo de Jesús.
Manuscritos fundamentales
Se llama Santuario del Libro porque se centra en la Biblia, a través de los Rollos y, en una cripta, atesora otras ediciones preciosas, como la Biblia de Aleppo, que tiene mil años y conserva el texto masorético, a partir del cual se interpreta la traducción del original, un códice que Maimónides llegó a utilizar en El Cairo para su versión.
La importancia de los Rollos radica, según explica Roitman, en que en ellos aparece «un estadio formativo del judaísmo del que nacerá la tradición rabínica histórica y también el cristianismo».
Resulta excepcional la enorme riqueza de géneros literarios que hay en los Rollos y, en ocasiones, la aparición de libros que nos eran antes absolutamente desconocidos. Fueron producidos por un grupo, no muy numeroso, una «comunidad», tal y como se define en los textos, que pudo albergar entre 40 y 150 miembros, pero que tendría gran influencia en su época por estar formada por rigurosos intelectuales, que nos han permitido realmente ver bajo nueva luz toda la época.
Roitman afirma con entusiasmo que «a estas alturas se han publicado todos los textos de los Rollos, ahora tratamos de entender aquel mundo y ver cómo encaja en la realidad que ya sabíamos». Pero, inmediatamente añade: «Como siempre, surgen más preguntas que las que el descubrimiento responde. Por eso, los trabajos de síntesis serán el gran desafío de la nueva generación de investigadores, para los que será muy útil el nuevo centro que inauguramos en el Santuario».
Fiables como los restos de dinosaurio
Para entendernos, el conservador jefe del Santuario nos explica que, por un lado, tenemos la tradición bíblica y, por otro, los materiales legados por la tradición rabínica, que suelen ser posteriores en varios siglos, ya que las copias que nos han llegado parten del siglo II de nuestra era. Ni siquiera las fuentes clásicas eran más fiables: «los escritos de Flavio Josefo nos llegaron no en su original sino a través de versiones realizadas por copistas cristianos muy posteriores. Lo mismo pasa con Filón de Alejandría, así como con lo que llamamos literatura apócrifa y pseudo epigráfica, formada por textos que en su mayoría no nos llegaron en su lengua original y son cientos de años posteriores a su redacción, lo cual no permite asegurar qué añadidos u omisiones han sufrido a lo largo de un periodo tan largo, ya que conceptos nuevos o ideologías pudieron infiltrarse en las copias con el pasar del tiempo», sintetiza Roitman.
Lo hallado en Qumrán es especial porque los documentos son de la época misma. «Es como si fueran restos de dinosaurios -añade el responsable del museo-, y forman un testimonio del mundo antiguo que no ha sufrido modificación alguna por hombres de épocas posteriores, lo que nos permite ubicarnos, como a través de un túnel del tiempo, en la complejidad del judaísmo de la época helenístico-romana, lo que los judíos llamamos la época del Segundo Templo.»
Roitman relata que los libros más populares en Qumrán fueron el de Isaías y un rollo con las reglas de la comunidad. Isaías fue muy importante para los primeros cristianos; de hecho, en su libro se pronuncia la mayoría de las profecías cristológico. Y era muy querido por grupos mesiánicos que creían vivir en el final de los tiempos.
El rollo de la comunidad es crítico y crucial para entender lo que acontecía en Qumrán. Las reglas describen el procesao de aceptación de un nuevo miembro, que duraba dos años, en los que era repetidamente sometido a examen. Al final del proceso sus bienes pasaban a la comunidad, detalle que se repetirá en los primeros cristianos (Hechos de los Apóstoles II, 42-44). También se describe su rigor en los castigos, desde reducciones de la ración de comida a la expulsión.
Solemos hablar de los esenios, pero esa palabra no aparece en ningún lugar de los Rollos, es un nombre legado por las fuentes clásicas. Pero hay pasajes del Nuevo Testamento donde Jesús se refiere a grupos parecidos al que nosotros conocemos. Por tanto la conclusión de este especialista es que sus ideas no pasaban desapercibidas en aquel entorno del cambio de era.
Llevaban una economía autárquica y aún se discute su orden social. Casi todos los investigadores aceptan que había un círculo amplio, un grupo que vivía en los campamentos, sus núcleos urbanos, y que llevaban una vida familiar. Hay documentos que describen los casamientos y otras actividades. Por el otro lado, había un núcleo central, pequeño y radical que dedicaba su vida exclusivamente al estudio, vida "monacal", que no se dará luego en el judaísmo y sí en el cristianismo.
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