31 de mayo de 2005

Museo saturnal de la melancolía

Melancolía, o bilis negra, una afección que difumina las fronteras entre el cuerpo y el espíritu.

du 22 septembre 2005 au 2 janvier 2006 GALERIES DU GRAND PALAIS

"Mélancolies. Génie et folie en Occident"

Aucune disposition d'âme n'a autant inspiré les artistes en Occident que la Mélancolie. Elle est considérée depuis l'Antiquité comme le tempérament des hommes marqués par la grandeur - les Héros et les Génies. Des stèles antiques jusqu'aux œuvres contemporaines, de Dürer à Ron Mueck, en passant par La Tour, Füssli, Goya, Delacroix, Rodin, Picasso ... à travers plus de 200 œuvres, cette exposition se propose d'explorer l'iconographie et les variations de cette "humeur sacrée" et met en évidence le rôle essentiel joué par la mélancolie dans les différentes formes de la création artistique en Europe.


Jean Claire, comisario de la muestra, adelanta
algo de su contenido y espíritu en la bella revista FMR, nº 6
Posted by Hello

Jean Claire enfoca brillantemente el tema en su adelanto de lo que será el catálogo de la muestra. ¿Somos un cuerpo o lo tenemos? ¿Donde está la frontera de nosotros, ánima y carrocería?

La bilis negra, el humor tenebroso que afecta al melancólico y que excede la natural frontera de otras enfermedades que se conforman con atacar al cuerpo o afectar al ánimo, es una enfermedad muy contemporánea. Resulta que desde antiguo la conocemos y sabemos muchos modos de aplacarla. Físicamente -sea esto lo que sea-, con algunos tratamientos herbológicos, cómo no, por medio de antiguas pócimas, fármacos o infusiones naturales que facilitan la expurgación de los humores oscuros.

Pero no basta. Los grandes médicos de la historia ponen énfasis en que es el ser completo el que enferma, no sólo su cuerpo. El enfermo humanizado exige un esfuerzo integral para la curación.

Desde antiguo el caprichoso natural del hombre ha sabido calmar esta melancólica tristeza sin porqué a traves del tacto y de la vista, cuando no de otros sentidos, o de todos a la vez. Era motivo incluso en el antiguo Islam para recomendar la ingesta de vino.

Aunque lo raro de la melancolía es que no se queda en mera acidia, sino que otorga al enfermo un regusto por su estado del que solo le distraen las cosas bellas. Le distraen en la medida que le concentran, oh círculo vicioso donde los haya. Y aquí entra el museo. Objetos inútiles, bellísimos simbólicos, de significado dudoso y maleable, como el ánimo crepuscular; gemas y sustancias nobles de variado origen, desde el ambar al bezoar, desde el coral al oro, desde la madreperla al marfil. Objetos para contemplarse uno mismo mirándolos, objetos sujetos -a uno mismo-, que ceñimos a nuestros sentidos agrisados, fetiches para los días de lluvia fina o tiradas de dados trucadas para cada nueva respiración.

Puestos uno contra otro forman, qué duda cabe, un museo de rarezas maravillosas. El arte más inútil de todos. Curiosa la afinidad -que Claire destaca- con el impulso medidor del hombre que ya desde los griegos antiguos debía ser la medida de todo: abundan los compases, las escuadras, los astrolabios -con su cuadrante de sombras-, los péndulos y todo aquello que simboliza el inútil impulso humano de medir la realidad, algo que nos define como especie. Y relojes, pequeños autómatas que nos hacen soñar con ser dueños del tiempo que, tarde o temprano, más nos siega que nos sosiega.

Y en esa finitud del hombre que se acaba, está tal vez la melancolía, una afección con algo de infinito que, curiosamente, tiene una cepa hispana. "Serán ceniza mas tendrá sentido. Polvo serán..." dice el poeta que sabe que lo que llamamos rostro es muerte y que morir es en realidad dejar de morir y nacer empezar a morir. Quevedo lo mismo que Cervantes nos resume. Humor oscuro a veces, mortal como el del pobre Grisóstomo, y volcánico otras. Visceralidad y sentimentalidad son nuestras dos piernas hispanas. Don Juan (even Tenorio) enfrentándose al cosmos y a su orden inexorable no deja de ser también un objeto bello para la melancolía.

Tal vez, aunque Claire no lo cita, la exposición del Grand Palais no nos hurte un telescopio entre las mirabilia de quienes contemplaron la quietud aparente de las cosas. Porque el cielo visto con grandes aumentos se mueve muy veloz, y por ello el astrónomo debe perseguir su estrella, segundo a segundo. Inútilmente, puesto que ha de dejarle al caer en el horizonte (la dudosa luz del día) y volver a su cita a la noche siguiente. El mundo gira y gira melancólicamente.

En fin, como antes citaba a Char: "En nuestras tinieblas no hay un sitio para la Belleza. Todo el sitio es para la Belleza."

Da capo: Así que, ¿qué duda podría cabernos entonces? Porque si padecemos (de pasión) la melancolía en algún lugar de nuestro cuerpo y espíritu, ese lugar es aun de la belleza. De la oscura cordura.

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