"Para el observador
es horrible
la ceguera del deseo,
pero para el ciego
es una luz infinita"
(lo dice Argullol en sus poemas para La Flauta Mágica en versión escénica de Jaume Plensa/ la Fura dels Baus -cuya inserción en el libreto original de Schikaneder tantos ríos de tinta ha derramado). Y habla del fuego del deseo y dice más:
"Nadie que desea
cambiaría este incendio
por un océano".
Toda la polémica con esta Flauta Mágica se resume en un mero formalismo, el de la respetable tradición. Pero el juego de rebuscar en el "tema superior" de la obra una conexión con nuestra tiniebla contemporánea es un empeño apreciable. Y eficaces son los poemas escritos por Argullol a tal efecto (aquí confronto 2):
"Te gusta, espectador,------------------"Voy a por ti
ser sólo espectador de los otros, ------espectador querido,
escondido bajo tu retina y tu oído, ---pequeño cobarde
inmune a las bacterias -----------------que crees que la trama
que a cada segundo ---------------------es siempre de los otros.
asaltan el organismo, ------------------¿Recuerdas cuando veías
impune ante el delito, -------------ante ti unas grandes avenidas
a salvo del contagio --------------------y te conformaste
de la carne de la memoria -------------con un callejón sin salida?
y de la oscura sangre ------------------¿Recuerdas cuando salías
de los presentimientos, ----------------por la noche
puro mirón del mundo, ----------------a recoger sueños
pero hoy, espectador, ------------------que luego abandonaste
ya no serás sólo espectador, -----------en la cuneta?
bajarás a la arena ----------------Recuerda aquellas sensaciones
para enfrentarte ------------------------que nunca se atrevieron
al monstruo de mil cabezas -----------a ser pensamientos,
que ha crecido en tu interior ----------aquellos pensamientos
alimentado por los años, ------------que jamás fueron palabras,
las dudas, los temores, los placeres, --aquellas palabras
el monstruo que quieres negar -------negadas en tus actos.
pero que es, espectador, ----------------No son las otras voces
lo mejor, lo más hondo, -------------las que tejen el argumento.
lo más verdadero de ti mismo, ------La representación es tuya.
un amante que ya no te soltará
mientras vivas."
Y, claro, la parte superformalista de la ópera como espectáculo burgués, como pacto frágil, como "contrato teatral de buena sociedad en el que usted me ofrece, controladas puntitas de emociones bien sabidas y yo asomo a ratos las lágrimas pero no las derramo y vuelvo reafirmado en mi actual vida...", esa parte se triza.
Algo ha de cambiarnos el arte. Debe arrojarte preguntas sobre tu vida, sobre tu lugar en el mundo: ¿Qué harías tú?
¿No es la obligación de un artista romper el muro de la hipocresía, no está ese impulso en el origen de la dramaturgia? ¿Qué quiere Antígona, cuando le dice a su padre "no tengas miedo por mí, endereza tu destino", sino trazar un círculo mágico donde todo es posible, aunque no sea probable, usual, lícito; aunque encierre peligro?
Si logran o no ese empeño, Plensa y la Fura, es otro cantar. Para mí que sí, que se acercan mucho. Sólo hay que aventurarse, escuchar, el que quiera, los armónicos de una interacción entre las palabras de Argullol y la obra de Mozart. Plensa libera la danza de la muerte de las palabras como si la serpiente que devoró a Apollinaire decidiera recorrernos libremente, se nos enroscara y llegase a estremecernos con su piel gélida. Cómo si nos interrogase, de nuevo: ¿Qué harías tú? Con el mundo, con el otro, con el deseo, contigo... "No despertéis a la serpiente", que decía Shelley.
"Siempre nos precipitamos
en el juicio ignorando
que en esta precipitación
está la auténtica maldad"
Lo dice bien Argullol y la música lo remacha. Pero el viaje está ahí. El escenario es sólo una excusa para dejarse atravesar. El público actúa como la cuarta pared del teatro y una vez que esta liturgia lo invoca como protagonista, como aludido, esa pared formal y pactada, y los otros tres muros caen reducidos a escombros. Y el deseo permanece incólume sobre los escombros, tal es su naturaleza (la nuestra).
Se abre el telon y caen los muros y está la calle, al fondo, se ven las ventanas, las calles, el trampantojo que es el teatro. Gritaba Lorca en la "Pequeña comedia sin título": "¡No dejaré que se derrame sangre de verdad junto a los muros de la mentira!"
Se abre el telón y el teatro es el espejo roto que refleja al hombre fracturado, fragmentario, real, lleno de aristas y sombras hurtadas a la simple vista.
"Mírate en el espejo más profundo:
el demonio es ese otro,
el loco es ese tipo,
el bandido,
el violador es ese rostro horrible,
el payaso es ese histrión gesticulante,
el vicioso es él
y él también, el pobre, es el tonto
tan cándido, es el idiota,
tan ingenuo, es como un niño:
rompe rápido el cristal
o deberás mirarte".
Qué aventura queda en el mundo en el que las latas y las bolsas de plástico ensucian los desiertos y las sendas del Himalaya. La única posible, a estas alturas, es la aventura del otro. El otro es otro, no puede ser alcanzado, está a una distancia que no se mide ni en años-luz.
El otro está ahí, esperando en una intersección del laberinto, esperando que tú te adelantes y le cojas la mano. El otro es como tú, es también un Minotauro de la estirpe maldita del deseo.
"El hombre lleva
la máscara del pájaro,
el pájaro la del íncubo
y el íncubo es sólo un ángel.
Y todas las criaturas enmascaradas
parecen las primeras
que hubo en el mundo
y las últimas
que lo habitarán.
Si la danza se detiene
todo se desvanecerá
pero mientras dure el baile
la música acompaña
a los soñadores".
¡Y encima suena Mozart! Es la desnuda danza del mundo, que nace y muere dentro de nosotros en cuanto callamos.
2 comentarios:
La gente que tiene que entrar en un teatro para preguntarse cuál es su lugar en el mundo y escrutar su identidad no merece respeto alguno. Es como prostituirse momentáneamente para luego volver a ser el ser mezquino de siempre. Hay mutación pero no poso, no sedimento, no conciencia. Y para eso me quedo con la gente humilde de los pueblos, como la paleta que interpreta Sofia en "Oggi, Ieri e Domani" o el prota de "Ragazzi di vita".
Pues para mí da igual un libro que un teatro, un paisaje o una conversación. No soy "gente que tenga que entrar", y sólo se vuelve a ser mezquino en la medida que lo fuéramos antes. No te has enterado de nada, Náusea.
El avispado ragazzo di vita vive sin problemas de identidad, aunque eso no le acerca ni mucho ni poco a un estado superior. Con los ragazzi di vita no habría, probablemente, más arte, ciencia ni filosofía que el ahora-mismo-egoísmo.
Incluso ellos, hay un día en el que dudan y se paran. Incluso a ellos, hay un momento en el que todo les importa.
Ya te llegará. Antes de que termines tu soberano reparto de respeto, poso, sedimento y conciencia entre los mortales...
Publicar un comentario