Una escritura y el rumbo de las cosas. Mensajes en botellas reflejados en los ojos de alguien. ¿Tus ojos?
15 de julio de 2005
He visto al mono de la tinta
La fantástica criatura china, según Francisco Toledo
El mono de la tinta se creía extinto, valga la sonora redundancia. Según contaba Borges, esta criatura oriunda del norte de China llevaba largos tiempos ya sin haber sido vista. Incluso algunas versiones indicaban que en realidad se trataba de una especie de musaraña, a la que los monjes y los poetas de la zona, suavemente montañosa, habían aprendido a domesticar. Lo cierto es que, el cada vez menor uso de la tinta china los había llevado pronto al borde de la desaparición.
El mono ex-tinto sin embargo aún dejaba testimonio de su existencia en tiempos de la revolución francesa. En 1971 decía Wang Tan-Hai (curiosamente es también el mismo año en que Mozart componía La Flauta Mágica, el año de su muerte): "Este animal aún abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo; está dotado de un instinto curioso; los ojos son como cornalinas y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de la tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas y se queda tranquilo"
El que yo conozco tiene poca conversación, aunque su mirada es harto expresiva y misteriosa. En tanto preparo la tinta con que escribo las más queridas anotaciones, se sienta sobre la mesa, o sobre el piano cerrado. La música le gusta, y adora todo tipo de ruidos, metálicos o escandalosos, aunque también respeta nuestro silencio con ojos interrogantes y pacientes. Esa mezcla me causa cierta inquietud cuando espero -o desespero- la inspiración.
La primera vez creí que mi hijo pequeño se había puesto un disfraz peludo y negro. Pero luego comprendí que sólo yo atiendo a esta criatura. Para los otros resulta fugaz, apenas una sombra. Aunque mi gasto en tinta ha subido considerablemente con la ola de calor, no desisto del enigma que proporciona su mirada.
Ahora, no sólo le ofrezco un trago cada vez que relleno la pluma, sino que lo refresco constantemente, lo cual ha creado una gran confianza entre nosotros y un lustroso mechón castaño y plateado a lo largo de su lomo. Estoy empezando a cambiar el color de la tinta que le ofrezco.
Algo me tiene inquieto, sin embargo: nada quiere saber de las palabras escritas con ordenador, aunque orienta con frugal sabiduría sobre los pequeños poemas que voy dejando entre los papeles de mi desordenada mesa. Por ejemplo esta mañana:
...ramas
de la canción
olvidé en el jardín
cuando volví a buscarlas
mi corazón quemaba
El mono ha decidido comerse el papelito. Menos mal que lo pasé al ordenador, pero es todo un misterio.
Lo que me inquieta es que no sé si ese gesto era de aprecio -lo que se come suele gustar- o de desdén -"para que escribas esto, mejor me lo como como tapa, anda pásame la tinta azul, que me voy a hacer un cóctel"- ¿escuché tal vez?.
Y entonces escribí, no sé por qué:
...al igual que la sosa
mística
cubre la rosa
cáustica
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