9 de marzo de 2005

El siglo



Siglo mío, bestia mía.
¿Quién podría contemplar tus pupilas
y juntar con su sangre
las vértebras de dos siglos?
La edificadora sangre mana
de la garganta de la tierra
y sólo el parásito tiembla
en el umbral de los nuevos días.

Cada animal debe arrastrar,
en vida, su espina dorsal.
Y una ola juega
con la columna invisible.
Como el tierno cartílago de un niño,
el siglo de la infancia de la tierra
de nuevo sacrificó, como a un cordero,
la plenitud de la vida.

Para liberar al siglo,
para comenzar un nuevo mundo,
hace falta unir con una flauta
los desiguales días de la rodilla.
Este siglo agita la ola
de la tristeza de las personas
y entre la hierba anida la víbora,
medida de este siglo de oro.

Aún brotarán del verdor los embriones
y crecerán los tallos,
pero tu espina está rota,
¡Mi bello y doloroso siglo!
Y con una sonrisa sin sentido
mirarás atrás, dulce y cruel,
como bestia en un tiempo flexible,
para contemplar la huella de tus garras.


Ossip Mandelstam, 1922

No hay comentarios: