La historia la conocen: Marsé se quejó de la calidad de las obras del premio Planeta y, en la rueda de prensa, la ganadora acabó enzarzada en una pugna desigual, muy desigual.
Maria de la Pau no pudo contenerse. Error, gran error. Iba a ser un duelo a primera sangre -los literarios lo son- pero ella no podía alcanzar a herir al fajador Marsé, y menos sin mostrarse herida ella misma. Hay que conocer los propios límites. El hombre parecía de pedernal, sentado en esa mesa, a tres metros de la, digamos, ganadora. Con frases que manaban del enfado por la herida y que eran tan poco meditadas como significativas, la Janer se dedicó a una esgrima que le venía grande y esto se notó mucho, porque el anterior espada -Jaime Bayly, que habló previamente- había mostrado donosura, flexibilidad y buen encaje, rapidez reflejos e inteligencia en la manera de mantener alta la guardia ente el veterano autor.
Bayly le había dicho a Marsé, en definitiva, "me encantan tus críticas, yo de mayor quiero ser como tú".
Mari Pau, sin embargo, le quiso poner vitola de escritor acabado -"me interesó tu obra hace muchos muchos años, me interesó Últimas tardes con Teresa"-, hombre pasado de edad -"hay edades que ya no casan bien con hacer de enfant terrible"- y pasó por alto la única incoherencia atacable: la de un hombre que critica algo en lo que está crematísticamente involucrado, para bien o para mal. Si como decía el crooner de Cabaret, "money makes the world go round", qué decir del mayor premio comercial de nuestra vida literaria.
La resentida Mari Pau podría tener razones para su enfado: a las críticas del día anterior, Marsé añadió la aplastante: "a la novela se le ve la fontanería... la carpintería... las ínfulas literarias". Pero debió pasarlo por alto o ser más efectiva.
Al final, todo el mundo salió con la impresión de que la baja calidad de sus "Pasiones romanas" era lo más cierto de la velada. Sus referencias a Roma fueron algo insufrible -"nada de la Roma turística, sino la Roma donde viven los romanos, llena de callejones... el Trastévere en invierno, no el bullicioso de primavera ni verano, con tanto turista..." - En fín, que no será la turística pero no parece literariamente apasionante, porque había un cierto tono de clasismo y pijerío en su aseveración, que nadie que conozca un poco Roma puede tomar en serio (ay, recuerdo cómo Batllori hablaba de la ciudad eterna, sabía todos los chismes importantes, de la curia y de los hombres del siglo; hablaba de Roma de una forma tan íntima que casi parecía que, siendo tan grande y gloriosa, la conociese como puede llegarse a conocer una aldea).
Y la sentimentalidad. Marsé disparó luego contra esa blandeza antiliteraria que encontraba en la obra de Janer, esa flaqueza fácil o falaz, imperdonable, de los pobres personajes. Ella ahí quiso tirar de currículum, ¡qué horror!, le espetó a Marsé que, como escritora Y FILÓLOGA, sabe que todos escribimos sobre muy pocos temas, casi pidió un referéndum para elegir el top ten (y eso que los diez se encierran en dos: EL AMOR Y LA MUERTE).
Qué nada, qué vacío llenaba la sala al reverberar sus palabras. Marsé le acabó contestando que están muy bien los sentimientos como objeto de escritura, pero que a él le importa el cómo se escribe de ellos.
¡Visca la literatura!
¡Visca la literatura! Con sentimiento de honda complicidad le saludó Sergi Doria a Juanito Marés a la salida de la rueda de prensa. Había confesado el autor que lo que hacen el jurado, el premio y el Planeta poco tiene que ver con lo literario. Y de tan natural, la frase parecía un vaso de agua que a más de uno dejó con boca seca. Pero tenía quilates para correr entre los que allí concurrimos. Todos lo sabemos, este tipo de premios se establece sobre un pingüe adelanto editorial a un autor de mucho éxito mediático. Aunque en verdad el lamento de Marsé era más serio, cuando se preguntaba, en el fondo, sobre la posibilidad de que pueda encontrarse un ramillete de tres o cuatro buenas novelas cada año en esta tierra nuestra y en sus mares, en este idioma nuestro donde las olas literarias rompen.
Escándalo aparte -rabo de lagartija aparte, que aún anda moviéndose desgajado de su cuerpo-, el tiempo sólo mana y todo pasa y todo queda. ¿Será Marsé desterrado del planeta? Esa es en realidad la pregunta. ¿Lo está pidiendo a gritos o está tal vez buscando un cambio de estrategia a la editorial que lo sostiene?
Esperemos que no. Que la racha del galardón vuelva a levantar el vuelo que tenía en los años 90, con nombres mucho más serios entre los premiados. Cabe preguntarse si nadie en el Grupo Planeta pudo prever que el resutado sería algo similar al que finalmente ha acontecido. Pero si Marsé es desterrado del Planeta, además de que la frase suena como una sentencia desmesurada y brutal para un escritor, el premio habrá renunciado a lo mejor que ha postulado, sea esto trampantojo o anhelo, a saber: que la calidad literaria no está reñida con el éxito.
Si Planeta buscara el éxito y sólo eso -debe vender no menos de doscientos mil ejemplares del ganador para recuperar el dinero invertido en la novela- todo quedaría sólo en triste engaño. Y no seamos niños, pero tampoco siesos: si engaño ha de ser, ¿por qué debe ser triste?
Salvo Mari Pau, en el fondo, y pese a la tensión de la que ayer fuimos testigos, todos nos divertimos. El debate fue apasionante -sigue siéndolo- y se oían allí palabras de seres bastante inteligentes (sin renunciar al arranque de este párrafo).
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