27 de marzo de 2009

Aritméticas de la soledad

«La soledad de los números primos»
Paolo Giordano. Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona. Narrativa. Salamandra (Barcelona, 2009). 281 páginas



Más que un estado -deseado o indesado-, la soledad está en la médula de lo que somos. Nacemos, morimos y... tal vez amamos en soledad. A la hora de contar -¡contar!- en una primera novela como "La soledad de los números primos" una vivencia de lo turbador que el aislamiento individual puede llegar ser, el joven escritor italiano Paolo Giordano ha sido capaz de construir un libro subyugante.

Parte de dos personas gravemente heridas en su niñez -se hacen daño con las herramientas de una vida que, como niños, no entienden o no manejan con pericia-. Y el acierto de Giordano es que, en el lento recorrido por el tiempo, por los años que apenas logran hacer un poco más pálidas las cicatrices de sus personajes, provoca nuestra empatía de una manera inconsciente.

La soledad comparte, como el espejo y como la moneda narrativa, una inquietante realidad: tiene dos caras, puede ser a un tiempo condenatoria y salvífica. Porque ese es el problema, el meollo de la historia -también de nuestra historia- que la soledad que nos aísla puede convertirse en una solución, algo así como el instinto puro de la supervivencia.

El azar ha ordenado algunos números primos -que se dividen sólo por 1 y por sí mismos- en parejas que se aproximan sin llegar a tocarse: 11 y 13, 17 y 19, 29 y 31, 41 y 43...

La soledad comparte, como el espejo y como moneda narrativa, una inquietante realidad: tiene dos caras. Giordano es físico y sabe de ciencias. Pero todos podemos compartir esa experiencia, en mayor o menor medida, porque estamos condenados a cierto grado de aislamiento, a sentirnos individuos ininteligibles, incapaces de vencer la distancia que nos separa del tú, insalvable. A veces a pesar del gran amor. Todos hemos tendido puentes, que resultaron inútiles. Todos nos hemos herido al hacerlo, y tenemos en algún pliegue profundas cicatrices que nos convierten en veteranos de esa guerra, de las trincheras desde las que, en algún momento, cada uno de nosotros disparó soledad, o contra la soledad.

La virtud de este libro es la aritmética, que es la sintaxis de los números. Seremos los primos, los únicos de una familia desposeída de sus iguales o de sus contrarios. Habremos perdido la capacidad de satisfacer el hambre de lograr la unidad con el otro, o al menos esa sed infinita de compartir nuestra soledad. Pero la sed persiste. Y los protagonistas de "La soledad de los números primos", Mattia y Alice, tienen esa misma discapacidad, lo que ocurre es que la somatizan en la inquietante sensación de tener las manos secas (uno) o un trastorno anoréxico (otra).

Hambre y sed: Giordano ha echado cuentas y sabe que extrañando a los personajes, haciéndolos pasar por seres "enfermos", el lector se confía, se siente a salvo y entra en el juego: pensar la soledad como soledad, no como trama. Y es entonces cuando te echa el lazo, porque la soledad ya no deja de serlo cuando salta de las páginas a tus ojos, de la ficción a tus propias vivencias perdidas en la memoria.
El libro cuenta una histora desnuda, la de dos personas unidas, unidas, por un destino tan común como imposible de compartir. Y en ninguno de los dos supuestos nos defrauda, lo cual sólo podría demostrarse con una ecuación tan perfecta, tan solitaria, como nosotros mismos. Pero la X de nuestra soledad, ¿cómo despejarla?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente análisis. Debo admitir que cuando terminé de leer este libro no me gustó para nada. Pero a sólo minutos de haber cerrado la carátula me di cuenta de la telaraña que Giordano teje detrás de las palabras